Lucía llevaba tres años preparando una oposición. El primer año compaginó su trabajo con un par de horas a la semana de “estudio” y se presentó al examen para ver cómo era. Al salir se sintió frustrada porque tuvo la sensación de que, de haberle dedicado el tiempo que le correspondía, podría haber aprobado con facilidad, así que se lo tomó más en serio, pidió una reducción de jornada en el bar y se apuntó a una academia; pero ese año el examen fue mucho más difícil, más enrevesado, así que para el siguiente decidió ir a por todas: dejó el trabajo y se metió en un cuarto que su madre le acomodó en casa para no distraerse durante 9 horas al día.
Tenía una rutina de estudio muy estricta y no descansaba ningún día completo. Decía que le compensaba, pues podría lograr su sueño en poco tiempo y eso merecería la pena.
Cuando se presentó al primer examen ya llevaba casi dos años con su novio. Era un chico muy tranquilo, no le gustaba mucho la fiesta, era cariñoso, atento… Y tenían una relación estable que le daba la seguridad que ella necesitaba en ese momento de su vida.
Para el segundo examen, él la acompañaba a la biblioteca dos días por semana mientras él leía o trabajaba en el ordenador. La llevaba a desconectar a la playa, le preparaba picnics sorpresa para cuando la veía agobiada en los descansos o después del trabajo…
Pero ese último año se volcó con ella tanto como ella con el estudio. Organizó con su madre cómo colocar su habitación de estudio y diseñó y montó el escritorio y las estanterías para que fueran lo más funcionales posible. Le buscó una lámina de un ilustrador que sabía que le encantaba para ponerle en la pared y que le hiciese el lugar más cálido.
Cada mañana, antes de ir a trabajar pasaba a llevarle café y algún bollo, pues a esa hora ella solía hacer su primera parada. Pasaban juntos 20 minutos y él se iba. A media tarde la recogía en su casa e iban a pasear o si ella tenía que hacer alguna compra o quería quedar con alguna amiga, él la llevaba para que perdiera menos tiempo en el trayecto, ya que todavía le quedaban un par de horas de estudio antes de cenar.
Los fines de semana solamente estudiaba el sábado por la mañana y el domingo por la noche, para poder tener la noche de en medio libre y hacer planes. Él siempre se amoldaba a lo que ella quisiera. Si quería salir con sus amigas, él se quedaba en casa adelantando trabajo; si quería salir en pandilla, él la acompañaba y disfrutaban juntos; si quería un finde tranquilo, aparecía con palomitas y chuches para pasar una noche de cine a su lado.
Él era exactamente lo que ella necesitaba en ese momento. Era estabilidad, tranquilidad, comprensión y a la vez era divertido, apasionado cuando tocaba serlo… La envidia para todas sus amigas.
Sin embargo, a dos meses del examen, Lucía quedó con sus amigas un sábado de noche a modo “fiesta de pijamas”. Por sugerencia de su novio, que la había visto más agobiada de lo habitual, había decidido quedar con su grupito para desahogarse y desconectar. Esa noche les contó que hacía unos meses que se había dado cuenta de que ya no estaba enamorada de él, que ya no le quería. Reconocía que era el novio perfecto, que la hacía sentir genial, que sabía lo que necesitaba en cada momento y siempre, siempre se adelantaba. Pero que la chispa había muerto, que no sentía lo mismo, que no sabía si era por los nervios por la proximidad del examen, pero tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo a su lado.
Una de sus amigas la abrazó porque la vio realmente afectada y le preguntó cuando lo dejaría, a lo que ella respondió que esperaría a después de las notas. ¡Ni siquiera a después del examen si no de las notas! Pues él sabía lo que ella necesitaba en estos momentos y no podía renunciar a sus cuidados y no se veía como para pasar un duelo de ruptura en un momento de su vida que podía ser tan crucial.
Dos de sus amigas fueron bastante duras con ella y le dijeron que creían que se estaba aprovechando de él y que él estaba muy enamorado. Una de ellas parecía que se lo tomaba como algo personal, como si le estuviera robando a ella la posibilidad de tener un novio así. La otra simplemente le ofreció su apoyo, convencida de que todos esos pensamientos provenían del estrés y la ansiedad por la opo.
Llegó el día del examen y él, como era de esperar, estuvo pendiente de ella y sus necesidades en todo momento. Cuando todo terminó, la llevó a cenar y después a un local de unos amigos donde la esperaban sus amigos más cercanos. Él organizó todo para que ella se sintiese apoyada y relajada después de tanto estrés y ahora a que debía desconectar un poco mientras no llegaba la nota.
Las amigas de Lucía le contaron todos los esfuerzos que su novio había hecho por ella en esos días sin que ella fuese consciente de nada y le contaron que tenía una sorpresa preparada para el día de la nota, fuese como fuese, por lo que le dijeron que, si tenía pensado dejarlo, debía hacerlo ya, antes de que él siguiese invirtiendo toda su energía, su tiempo y su dinero en hacerla feliz. Pero ella les dijo que no, que si suspendía quería poder tenerlo a su lado, pues nadie la entendía como él y que como amigo no sería igual.
Esa noche, una de sus amigas le envió un mensaje diciendo lo disgustada que estaba con ella por lo mal que se estaba portando con su novio. Lucía le dijo que no creía que fuese así, ella simplemente estaba posponiendo la ruptura y entendía que le estaba dando más tiempo a él para disfrutar de ella. Lo que no sabía es que él leería ese mensaje, pues no podía ser tan tan perfecto… Al verla tan rara últimamente, sospechó una infidelidad, aunque le parecía extraño porque ella no tenía tiempo, pero para quitarse la paranoia de encima, curioseó su WhatsApp mientras ella fue al baño y allí pudo leer cómo ella hablaba de su futura ruptura casi con mofa.
Ese día él la dejó. Dejó en su cama la caja sorpresa con el fin de semana para dos en un balneario y una nota que ponía “para que lo disfrutes con quien quieras” y desapareció.
Una semana después llegó la nota del examen, lo había conseguido, pero se sentía tan triste por la ruptura que no pudo disfrutar de su logro. Realmente había sido el estrés el que le había hecho sentir que ya no le quería, pero después de tantos esfuerzos por ella, él no pudo perdonar la mofa, la falta de sinceridad y la premeditación de sus acciones y no quiso saber más de ella.
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
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