Nos conocíamos desde hacía varios años. Vivo en una ciudad pequeña y aquí te suena todo el mundo. Poco después me enteré de que salía con una chica que había ido al instituto conmigo. Una chica con la que nunca tuve ningún tipo de amistad, pero que, llegado el caso, no me importaría tener. Que no había rencor, simplemente pasábamos la una de la otra cuando éramos adolescentes.
Comencé a tener relación con él de manera semiprofesional: él tenía una empresa y yo conocía muy bien su área de trabajo. No pasaría nada porque quedásemos un día para hablar, compartir intereses y darnos consejos sobre cómo llevar nuestros proyectos. Sin competencias y desde el buen rollo. Después yo dejé la ciudad durante un año para irme a vivir al extranjero y nuestro contacto se perdió.
Pero yo volví, y él se enteró y enseguida quiso contactar conmigo de nuevo. Nos vimos un par de veces, él se mostraba superinteresado por todo lo que yo pudiera contarle. Tiempo después me pidió una colaboración para uno de sus trabajos y yo acepté, pasamos unos días trabajando juntos y todo fue muy bien.
Demasiado bien. Descubrí que era una persona muy divertida, inteligente, detallista, cariñosa… fue muy agradable estar con él y pude sentir una conexión entre nosotros, nuestra manera de pensar… Teníamos muchas cosas en común y podíamos estar hablando sin parar sobre un montón de cosas que nos apasionaban.
Durante esas largas conversaciones me contó que en este tiempo que habíamos estado sin saber el uno del otro él había tenido un hijo y se había casado. Me sorprendió, tampoco había pasado tanto tiempo y su vida había cambiado por completo, pero tampoco le di más importancia.
Por fin llegó el día en el que el proyecto que habíamos hecho juntos vio la luz, y me invitó a pasar una tarde por su oficina y verlo con mis propios ojos. Esa tarde la situación se volvió un poco… rara. Los dos estábamos muy contentos y al mismo tiempo estábamos compartiendo un momento muy íntimo, contemplando por fin algo que habíamos hecho con mucha ilusión y cariño. Abrazos, risas, brindis… Hubo un momento en el que estuvimos muy cerca, y yo sentí que quería besarle. Y percibí que él quería hacer lo mismo.
Yo me contuve, claro. No es que me suponga un dilema moral besar a una persona casada, pero ya que el contrato de matrimonio lo ha firmado él, que sea él quien dé el primer paso hacia la infidelidad. No quería ser yo la que forzase la situación… hasta ahora. Llevo varios días dándole vueltas, he hablado con dos amigas y les he contado todo. Ellas han podido ver con sus propios ojos lo que dice de mí en las redes sociales y lo rara que se está volviendo nuestra relación. Pero la que tiene que lidiar con ella soy yo.
Y yo no tengo ni idea de lo que debería hacer. Se me ocurre de todo… desde cortar la relación por completo, pero entonces perdería a una persona con la que estoy muy a gusto, a lanzarme de cabeza y que pase lo que tenga que pasar… O hacer como si no hubiera pasado nada, no darle ninguna importancia… O intentar hablarlo con él, pero me resultaría tan incómodo…
Nunca he estado en una situación como esta. Si él no estuviera casado sabría perfectamente cómo actuar, pero eso del anillo en la mano me hace pararme a pensar. Además de que vivimos en una ciudad pequeña, conozco a su mujer desde hace muchos años… Todas esas cosas me están volviendo un poco loca.
Está casado. Tiene una familia. Y yo me siento muy atraída por él. ¿Debería ser yo la que dé el primer paso?