Jesús y Victoria se conocieron cuando ya no eran unos niños. Su relación era de esas llenas de adrenalina, de conciertos, de fiestas, noches con amigos que terminan de mañana y aunque, obviamente, ya no tenían edad de ser irresponbles, podían permitirse hacer muchos planes diferentes juntos.

La relación avanzó hasta el punto de querer formalizar yendo un paso más adelante así que, casi de la noche a la mañana y sin mucha preparación, decidieron que harían una boda íntima con sus familiares y amigos más cercanos. Fue una boda al aire libre, breve y bonita al mismo tiempo, con muy poca gente mirando pero con mucho amor flotando en el aire.

Casi como si estuvieran siguiendo la norma establecida, a los pocos meses del enlace Victoria se quedó embarazada. No querían esperar mucho porque ella ya se veía algo mayor y quería ser madre. Habían podido disfrutar de su juventud y de su relación, habían viajado lo suficiente, salido con amigos…así que era el momento.  Victoria tuvo un embarazo normal, sin mayores complicaciones de salud. Siempre que salía a pasear los encontraba juntos, caminando, en la compra, dando un paseo. Recuerdo ir viendo cómo crecía su barriga y verlos todavía más cuando se acercaba el momento del parto.

No había pasado ni un año desde la boda cuando Jesús y Victoria tuvieron a su primogénito. Un bebé precioso y sano que venía para cerrar el círculo de su burbuja de amor.

Todo era perfecto, o eso nos parecía a los demás.

El día del parto recuerdo que alguien nos avisó de que Victoria ya estaba en el hospital pero sin embargo, no llegaron a avisar de que el niño ya había nacido ni de cómo se encontraba su mamá después de haber dado a luz. No enviaron fotos ni dieron muchos datos. Y a mí eso me parecía normal.

Nuestro entorno no entendía por qué se “cerraban” tanto pero yo que también quería ser madre pronto, entendía que cuando tienes un bebé necesitas llegar a tu hogar y volver a hacerlo tu lugar, con un nuevo inquilino, haciendo hueco a todo lo que estaba por llegar, a las noches sin dormir, a un posparto que a pesar de lo que creen muchas personas, dura bastante más de 1 o semanas. Entendí que necesitara recuperarse de su esfuerzo, y darse el tiempo de decidir cuándo, cómo y a quién querían presentar a su hijo.

Fuimos a verle cuando tenía 1 mes, los recuerdo con una gran sonrisa, con cara de dormir poco pero felices con su nueva vida. Diría que en continúa adaptación pero creo que realmente disfrutando de lo que siempre habían querido.

No solíamos quedar mucho con ellos, pero vivíamos en la misma ciudad y nos cruzábamos en alguna ocasión aunque no mucho. Fuimos sabiendo un poco de cómo crecía ese niño porque a los pocos meses de nacer fui yo la que me quedé embarazada y justo un año después yo también tuve a mi bebé. Ese bebé y el mío se llevaban justo un año, con la diferencia de unos pocos días, pero ahora era yo la que decidió no enviar fotos y no recibir visitas los primeros días que pasaba en casa con mi nueva familia.

El caso es que ellos respetaron mis tiempos y cuando creí que estaba preparada los llamé para que vinieran a conocer a mi bebé.

Vinieron los 3 juntos, con su niño de 1 año recién cumplido, que empezaba a dar sus primeros pasos. He de decir, que sentí que había sido de las visitas más respetuosas que había tenido. Pero ellos estaban distintos, no tenían la misma mirada brillante. Supuse que sería el cansancio acumulado, la verdad.

Después de esto llegó la pandemia, y hasta que mi bebé tenía 7 meses más o menos no volví a verlos.

Ese verano coincidí un par de veces con alguno de ellos, pero nunca juntos, o me los encontraba solos o a uno de ellos con el niño. Con el paso de los meses empecé a encontrarme casi siempre a ella con el niño y toda su familia (pero sin él) o a él con su familia y el niño (pero sin ella).

La mayoría de las veces, él solo con el niño en el parque y muy pocas ella con el niño, o el niño con su abuela mientras Victoria trabajaba.

A mi todo esto me parecía rarísimo y en varias ocasiones lo comenté en mi casa e incluso con una amiga que también los conocía. El caso es que hasta que yo lo comenté nadie lo había dicho en alto.

Pero, casualidades de la vida, una vecina de ellos era buena amiga de una amiga mía y fue ella la que le dijo que no vivían juntos, que él hacía mucho que se había ido de casa.. Antes de que el niño cumpliera un año él ya había buscado un piso en el mismo edificio y pasaban a través del garaje para intercambiarse al niño. Empezaron a cuadrarme un millón de cosas, las veces que algún familiar había llamado de sorpresa para ir a visitarles y había tenido que esperar un par de horas a que llegara el marido para no despertar al niño, las veces que los había visto solos…pero cómo nadie había dicho nada..nada dimos por hecho.

Cuando su niño casi cumplía 3 años, su familia nos comunicó que se habían separado. Llevaban casi 2 años haciendo el paripé delante de todo el mundo, pasando por un garaje para llegar de una casa a otra y fingiendo ser una familia feliz, no sé con qué propósito.

Sólo pude responder que gracias por contárnoslo pero que ya lo sabíamos. No sé si para ellos era una vergüenza o algo que ocultar pero para nosotros no era más que una pareja que no se entendía y no quería continuar su relación.

 

Kerasi