Llevo semanas viendo el stories de que enviemos nuestras vivencias y he estado a punto de darle a enter tantas veces… pues aquí estoy.

Hoy os voy a contar una historia muy personal, una de esas que se te quedan grabadas a fuego en el alma. Es la historia de cómo mi mundo se derrumbó cuando mi pareja, con quien había montado un negocio, me estafó. Y cómo, a mis 35 años, tuve que aprender a empezar de cero. No os voy a engañar, fue un camino duro y lleno de baches, pero aquí estoy, más fuerte y empoderada que nunca.

Mi ex y yo teníamos un pequeño bar en el centro de Madrid. Aunque estaba a nuestro nombre, yo era la que me encargaba de casi todo. Yo siempre fui el alma creativa, diseñando los menús y cocinando, mientras que él, con su encanto y labia, se encargaba del trato con los clientes y de las finanzas. Un equipo que parecía perfecto.

 

El negocio iba viento en popa. Nuestro pequeño rincón comenzó a ganar reconocimiento, las reservas no paraban y los ingresos aumentaban. Todo parecía un sueño hecho realidad.

Sin embargo, un día el sueño se convirtió en pesadilla. Descubrí escondida una carta del banco anunciando que nuestra cuenta estaba al borde del descubierto. Facturas sin pagar, alquileres atrasados, proveedores reclamando sus pagos. ¿Cómo podía ser esto posible? Si las cuentas iban bien…

Me enteré entonces de la doble vida de mi pareja. Las apuestas y el juego se habían llevado gran parte de las ganancias del negocio. Se había aprovechado de mi confianza y de mi desconocimiento sobre la gestión financiera. Cuando le enfrenté no le quedó otra que confesar, pero lejos de mostrarse arrepentido desapareció. Por lo que de golpe no me quedó solo con un montón de deudas, sino soltera y con una sensación de fracaso bestial.

Me sentí engañada, humillada, pero sobre todo furiosa conmigo misma por haber confiado tan ciegamente en él. Tuve que lidiar con abogados, bancos, deudas y tratar de salvar lo que quedaba del restaurante. Gracias a que soy una persona que he ahorrado desde muy joven pude arreglar parte del desastre.

Hoy, a mis 35 años, estoy reconstruyendo mi vida. Estoy al mando de un nuevo restaurante, más modesto pero con todas las lecciones aprendidas. No ha sido un camino fácil, y a veces aún me despierto en mitad de la noche pensando en la pesadilla que viví. Pero cada día que abro las puertas de mi nuevo local, siento que estoy dejando atrás el pasado y demostrándome a mí misma lo fuerte que puedo ser. Aunque la herida sigue abierta, no os voy a engañar, y no quiero ver a los tíos ni en pintura.

Esta experiencia me ha enseñado que a veces el camino más duro es el que nos lleva a la versión más fuerte de nosotras mismas. Así que si estás pasando por un momento difícil, no te rindas. Puedes construir algo maravilloso a partir de las ruinas, te lo aseguro, porque yo lo he hecho.

 

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