Cita y estafa: El doblete. Hoy vengo con otra historia candente y cómica, de las que nos gustan, vaya.

La cosa se sitúa 10 años atrás, en mi plena juventud y explosión sexual y hormonal. Lo único bueno es que gracias a historias como la que os voy a contar he aprendido a madurar y a ver venir al personal.

Era una noche de verano y había quedado con un chico que conocí la noche anterior en un local. Como me había comprometido conmigo misma a no acostarme con el primero que pasara, le propuse ir a cenar otro día. Una cita vamos. Intercambiamos números y quedamos la noche siguiente en la misma zona de la ciudad.

Resumiendo: No se presentó a la cita. Recibía mensajes suyos diciendo que ya estaba llegando (era mentira). Traté de ser paciente. Y pasada la hora de estar esperando me levanté y fui a comprar una lata de cerveza para tomármela de camino a casa.

 

En el momento de ir a levantarme apareció un ángel (o eso creía yo): Pelo largo, tejanos, sandalias, camisa abierta, mil collares y guitarra y mochila en mano. No sabría decir si fue el despecho o la magia del momento, pero cuando me sonrió se me quitaron todos los males.

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Él sonrió también y sin tapujos me dijo: «Llevas rato esperando, ¿no te habrán dejado tirada, no?». Efectivamente, le dije.

Una cosa llevó a la otra y acabamos cenando en esa misma plaza algo que llevaba en su mochila (cosa que me resultó graciosa) y tomándonos unas cervezas. Me contó que estaba de visita en la ciudad sin planes ni compañía y que vivía el momento. No tenía hostal, lo que llevaba encima le era suficiente. Un nómada de viaje en mochila por Europa. Seguramente vosotras ya lo habréis pillado, pero yo en ese momento aún era medio gilipollas y aún no lo había visto venir. La noche siguió avanzando y después de regalarme los oídos convenciéndome de cuántas cosas en común teníamos (gustos musicales, objetivos en la vida, formas de pensar…)…

Acabamos en mi casa y pasó lo que tenía que pasar. Mucho sexo, mucha cerveza y muchas risas. Hasta la mañana siguiente… que me desperté y estaba sola. El gran problema no era ese, no. Eso ya que me había pasado antes (e incluso yo misma había salido a hurtadillas de casa de alguien).

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Para ese entonces estaba tratando de hacer las cosas mejor, pero el Karma tenía otros planes para mí. Y seguramente me estaba haciendo sufrir las consecuencias de mis actos: Apareció de nuevo ese vacío existencial y el pánico momentáneo de que me habían tomado el pelo no una, sino dos veces en una sola noche. Primero el plantón nocturno y después el abandono matutino. Dos por uno, todo un éxito. Me levanté y busqué en el baño, pero no había nadie. Y después me aseguré de que no faltara nada en casa (si, lo admito, fui así de malpensada). Todo lo de valor estaba en su sitio.

Recuerdo que fui a ducharme para quitarme la repulsión y arrepentimiento, y al salir fui a prepararme el desayuno.

Pero no.

Me había vaciado la nevera.

 

Si, si, chicas. Como leéis. El tipo había aprovechado el momento justo para que le abriera las puertas de mi casa (y las piernas) y de paso después robarme COMIDA. Que si me lo hubiera pedido me hubiera parecido raro, pero algo le hubiera dado. Creo que necesité un par de minutos para procesar el resultado de mis catastróficas decisiones, de la cita, e incluso revise mentalmente cuando había hecho la última compra para asegurarme que era real lo que estaba sucediendo.

 

Conclusión: Nunca jamás volver a tomar decisiones por despecho o enfadado (y menos tener una cita) ya que por lo general suele traer más arrepentimiento.

 

Anónimo

 

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