*Relato escrito por una colaboradora, enviado por una seguidora a [email protected]

Sé que muchas, si no todas, pensaréis que fui idiota y que tenía la sartén por el mango, pero os juro que no fue una situación fácil.

Estuve medio saliendo con un chico durante un año y medio y durante toda la relación tuvimos nuestros mas y nuestros menos. Él estaba muy acostumbrado a estar solo y era bastante egoísta, Yo, siempre he tenido apego ansioso y sentía que debía contentarle siempre, aunque eso significara perder parte de mi dignidad como persona.

Al cabo de ese año y medio en el que se puede decir que teníamos una relación, lo dejamos. Pasaron cosas bastante turbias que me hicieron desconfiar y salimos el uno del otro de nuestras respectivas vidas. Estuvimos 8 meses sin hablar.

Un día decidí ponerme en contacto con él para pedirle unas cosas que tenía que eran mías y quedamos. Estuvimos tomando unas cervezas y la conexión que un día tuvimos seguía en parte ahí. Quedamos en un par de ocasiones más y me preguntó si podía venir a mi casa unos días. Yo sabía que él estaba viviendo con su madre y que no tenían buena relación. Le dije que me parecía raro que después de todo lo que había pasado entre nosotros me pidiera venir, pero que si eran unos días, no me importaba.

Yo vivo sola, en un piso de alquiler. Sola pago todo, el piso, comida, facturas, coche… Llevo así casi un año y bueno, voy tirando y viviendo al día. Lo que en principio iban a ser unos días, se convirtieron en 3 meses.

Cuando más o menos llevaba un mes aquí, hablé con él. Le pregunté que qué idea llevaba y me dijo que no pensaba quedarse tanto, pero que estábamos tan a gusto juntos que no le importaba quedarse. No sabía muy bien qué contestar.

Finalmente le dije que no es que me importara que estuviera en casa, pero que yo no había elegido tener un compañero de piso y que bueno, que si se quedaba tenía que aportar algo económicamente hablando, ya que yo era la que se hacía cargo de todos los gastos, TODOS. Que no era lo mismo comprar comida para dos, o pagar la luz y el agua de dos, que de uno. Su respuesta fue que era consciente, pero que yo conocía su situación laboral. Trabaja a horas y gana muy poco. Que cuando pudiera, aportaría. Pues bueno, en 3 meses no pagó nada, solamente una compra de comida.

Hace unas semanas, volví a hablar con él. Le dije que la cosa no podía seguir así, porque con un sueldo (el mío, claro) estaba manteniéndonos a los dos. Que no quería que me pague la mitad de todo, pero que aportara algo, lo que pudiera. Pues su respuesta fue que no podía, que lo poco que ganaba iba para pagarle a su madre unas facturas. O sea, estaba viviendo y gastando en mi casa, pero le pagaba las facturas a su madre, en una casa donde no vivía. 

Sentí cabreo e incredulidad a partes iguales. Ahí ya no pude más, y le dije que si pagaba las facturas de una casa en la que no estaba viviendo y, por lo tanto, no hacía gasto, debería no provocar gastos en otra casa.

Le pedí que se replanteara la situación, me contestó que no había nada que replantearse, que la cosa iba a seguir igual. Así que opté por pedirle que se fuera a la casa donde pagaba los gastos y no gastaba, que así, al menos, todo sería más coherente.