Todos hemos tenido que atravesar en algún momento de nuestra vida esa situación en la que la familia, ya sea la tuya propia o la de tu pareja, te hace las típicas preguntas: «¿Cuándo os casáis?» «¿y los hijos?» «¿y por qué no vivís juntos?» Más un largo etcétera de cuestiones similares, pero con esta muestra imagino que ya sabés por dónde voy.

Por si esto fuera poco hay algunas familias en las que debes seguir ciertos pasos.

Me explico, hay clanes en los que el primogénito se enamora, se casa y tiene hijos. Ese es el patrón a seguir y cuando un siguiente hijo hace lo mismo todos sonríen orgullosos y felices aplaudiendo la misma vida que siguió a la del hermano mayor.

El gran problema, y digo grande porque para el tercer hijo se convierte en una pesadilla cualquier evento familiar, es cuando decide que su vida es distinta. Cuando elige vivir de otra forma a la de sus hermanos. Quizá no signifique que no está enamorado de su pareja sino que quiere seguir el mismo patrón no va con él.

A lo mejor casarse y tener hijos no es lo que le hace feliz, pero ahí está su familia para hacerle la vida imposible en cualquier reunión familiar ya que continúan haciendo las preguntas previas, poniendo muecas extrañas, preguntando si va todo bien en la pareja… En muchas ocasiones la propia familia no es consciente de la presión a la que someten a ese hijo pues cada vez que se va de ese evento familiar vuelve a sentirse incómodo y detesta tener que juntarse si las consecuencias van a ser de ese calibre. 

Por todo ello os animo a no agobiar a vuestros hijos, no les hagáis sentir que están haciendo algo de una manera incorrecta pues ellos son dueños de su propia vida y de su destino y que decidan no tener hijos, por ejemplo, no les hace de menos.

Muchas mujeres hemos oído cien veces eso de «se te va a pasar el arroz». ¿Qué arroz? ¿Acaso venimos al mundo a tener descendientes y nada más?  O esa frase de «¿y cuando pensáis convivir juntos?».

Muchas veces no sabemos las circunstancias personales de cada uno y quizá eso de vivir juntos no sea posible por mil razones: económicas, emocionales, personales, etc. O a veces simplemente la pareja decide que cada uno viva en su casa y Dios en la de todos.

¿Por qué nos atrevemos a juzgar tan rápidamente?

¿Por qué criticamos a esas personas que se salen de un «camino trazado»?

Solemos decir eso de «vive y deja vivir» o eso de «mientras vosotros estéis bien…» pero lo decimos con la boca pequeña pues en el fondo aprovechamos la mínima oportunidad para investigar por qué se han tomado decisiones distintas a las del 80% de la gente. Y no está mal y no sucede nada en la pareja y no son menos importantes que los hijos que decidieron en su día casarse y empezar a tener niños.

Quizá eso a ellos les haga feliz, pero a otros no, y está bien. Exijamos menos a nuestra familia y permitamos vivir feliz de la manera que ellos hayan decidido.

Scarlett Butler