Doppelganger. Tu doble en el mundo 

(o la verdad sobre si existe un doble igual que nosotros)

Dicen que hay realidades que superan a la más abstracta de las ficciones y leyendas urbanas que generación tras generación perduran en el paso del tiempo. Seguro que te suenen relatos como la chica de la curva que hace autostop, que Walt Disney está criogenizado, el legendario monstruo en el Lago Ness o la base militar estadounidense área 51 donde se afirma que existen evidencias de vida extraterrestre.

Una de estas historias que han sobrevivido al paso del tiempo es la creencia popular que cada uno de nosotros tenemos un doble malvado en algún lugar de este planeta. A este efecto se le conoce como doppelgänger. Imagina pedir una pizza y que al abrir la puerta el repartidor sea igual que tú. ¿Cómo reaccionarías?

El palabro alemán doppelgänger, combinación de doppel (doble) y gänger (andante), nace en la literatura a partir de una novela de 1976, El que camina al lado de Jean Paul. Desde entonces se han escrito montones de libros y guiones de películas sobre estas figuras dobles. Sin embargo, poco se conocía sobre la verdad de este efecto. Sobre la duplicidad de nosotros mismos. Hasta ahora.

Una investigación encabezada por el director del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras de Barcelona, Manel Esteller, ha arrojado algo de luz al asunto. El catedrático especializado en genética junto a su equipo ha descubierto su explicación biológica. Restando toda esa parte de fantástico que nos habla de ese gemelo maléfico, las personas con semejanzas razonables comparten composiciones de secuencias genéticas.

El estudio analizó estas similitudes entre parejas de individuos casi indistinguibles que no guardan parentesco entre ellos y descubrió variaciones en su cadena de ADN vinculados a rasgos físicos faciales, estructuras corporales como el peso o la altura, y hasta rasgos de personalidad y comportamiento.

Estos avances abren nuevos caminos en la detección de enfermedades genéticas a raíz del análisis de la imagen y la forma de la cara. Además de proporcionar nuevas líneas en la exploración de la medicina forense que podría llegar a realizar una reconstrucción de una persona desconocida a partir de su rastro de ADN.

En un mundo de casi 8.000 millones de personas interconectadas es cada vez más probable que se produzcan estas repeticiones. Quizás tengamos que empezar a asumir que no somos únicos e irremplazables.

 

Rebeca Baena