Hoy vengo a contaros la VERDAD, y nada más que la verdad de lo que me supuso ponerme un DIU hormonal, que mucho se habla del tema pero poco nos aclaran. 

Dato a tener en cuenta antes de comenzar a leer: no he sido madre. 

Cuando me aventuré en la búsqueda de un nuevo método anticonceptivo cansada de la esclavitud a la que me sometía cada vez que sonaba esa alarma programada desde los últimos 10 años, ya había cambiado de hormonas en varias ocasiones y por el sobrepeso las últimas eran las que mejor me funcionaban al no ser hormonas combinadas y reducir los riesgos. Después de pensar en el anillo, en volver al preservativo… me llegó la iluminación del DIU, ese maravilloso método con el que te dejabas la preocupación de un embarazo no deseado durante cinco años, estaba decidido. 

Así que allí me planté yo, a pedir cita para el ginecólogo en la seguridad social y decirle lo que me proponía. Un par de meses después llegó el día, me presento en la consulta y la ginecóloga me pregunta amablemente que porqué estoy allí y yo le digo que mi intención es ponerme un DIU, me pregunta si he sido madre a lo que yo respondo de manera negativa pero la mujer al final decide seguir adelante con el protocolo. Me pregunta sobre los anticonceptivos que estaba tomando y resuelve que no hace falta esperar a tener la regla para la implantación. 

Así que allí me subí yo al potro valiente y empoderada, esperando aquella maravilla que me iba a cambiar la vida. 

Escucho que la ginecóloga dice: 

– Vamos a ver si le cabe. 

Y, amigas, ahí empezó la fiesta, en la vida podría haber dicho dónde tenía el útero, pues desde entonces lo ubico mejor que Murcia en un mapamundi. De repente empezó a irradiar un dolor que comenzaba en ese epicentro hasta entonces desconocido y me salía por todos los poros, esto no es broma. A lo que escucho: 

– ¿Duele, eh? 

Y yo, ¿Cómo? ¡Matadme ya!¡Por dioh! 

La respuesta fue afirmativa, el DIU cabía por lo que me mira y me dice: – ¿Lo ponemos? 

Y yo valiente dije avanti, total, de perdidos al río. Yo no me había agarrado tanto a una camilla desde el último tatuaje que me hice, sufrimiento que en umbral de dolor se queda corto. 

Por suerte una enfermera que había allí, la pobretica mía se apiadó de mi y me dijp RESPIRA. Gracias a dios, porque aquello no había quien lo soportase, yo decía esto tiene que ser un parto a la inversa.

Acaba la inserción y yo parecía Daenerys Targaryen después de su noche de bodas con Khal Drogo al ponerme de pie. 

Le pregunté a la ginecóloga si tenía que tener algo en cuenta a lo que me contestó que no, además le pregunté que si tendría algún problema para irme a trabajar, ya que desde donde vivo hasta Murcia capital era como una hora y cuarto de coche. RESPUESTA NEGATIVA. 

Y AHÍ ESTABA YO, sentada en el coche, con ganas de llorar y sin poder estar de pie, la Alicia empoderada había caído, nunca mejor dicho. Tuve que ir a acostarme un rato hasta que fui consciente de que el deber me esperaba y que aquello no tenía pinta de dejar de dolerme. Efectivamente, imaginaos la vuelta, me agarraba al volante como a los últimos 10 € de la cuenta a final de mes, y yo solo me acordaba de la señora del Canal Sur diciendo: 

– ¡Te voy a arañah! 

Que no iba a tener problema ninguno me dijo, ni consuelo tampoco. 

Ese día en el trabajo fue horrible, la primera semana vivía en horizontal, aquello eran por lo menos dolores de parto, y una no exagera. Aquello parecía no mejorar y yo solo pensaba en el día que me lo tuvieran que quitar. 

Después de los maravillosos consejos, es decir, ninguno, le pregunté a una amiga que trabaja en el sector de la ginecología, a lo que me dijo, que tenía que estar un mes sin ponerme tampones y sin mantener relaciones, o sea, EL PARRAQUE ERA REAL. Y yo solo me decía, ¿Alicia, pa que? ¿Esto pa qué? Con lo bien que tu estabas… A lo que añadió y no estaba falta de razón, que me tranquilizase que iba a ser un mes movidito, y efectivamente. Un mes de muchas horas acostada, de ibuprofenos y de muchas maldiciones. 

Pero después de la tormenta llega la calma y sobre todo… la cama. 

Amigas, a día de hoy os digo que ese mes me mereció la pena. 

Que sí, que fue una Odisea, pero a día de hoy nada me duele, las reglas casi inexistentes y hasta dentro de 5 años habemus solución y tranquilidad. 

Mi bisabuela decía que “Cochura por hermosura”, y ese dicho se puede extrapolar perfectamente a esto, “Malura por sabrosura”, así que, si lo estáis pensando, aquí tenéis mi verdad, eso no quiere decir que sea la única ni la absoluta, hay mujeres que no lo pasan tan mal, otras no se enteran, a mi me tocó la bonoloto, la primitiva y el euromillón todo junto. 

@soymissregadera