Y no solo a contarlo, a tratarlo también.

Sufro ansiedad desde hace unos años, si no recuerdo mal unos 10. La primera vez que empezaron los síntomas fueron sin motivo aparente.

Recuerdo que volvía a casa caminando después de haber comido en casa de una amiga. Caminaba normal, sin prisa. Cero estrés. Pues, de golpe y porrazo, sin ningún motivo en principio aparente, comenzó a dolerme en el centro del pecho. Un dolor fuerte que se intensificaba con la respiración y que no se calmaba con nada. Bueno sí, con relajantes musculares para poder dormir.

Después de ese episodio y durante los casi 10 años posteriores, he ido pasando por diferentes fases acompañada por esta maldita enfermedad que no se ha separado de mí en todo este tiempo.

Sí que es verdad, que ha habido muchas rachas en las que ha estado controlada, calmada, creía que había desaparecido, pero nada de eso.

He tenido síntomas de todo tipo: dolores, ataques de ansiedad, miedo desmedido, taquicardia, sudores fríos… Y muchos más.

He intentado calmar o paliar la ansiedad con ciertas cosas que creía que me ayudaban a frenarla pero, en realidad lo que hacían eran producirme aún más ansiedad: comprar y comer compulsivamente.

La primera me llevó a acumular en casa muchísimas cosas que en realidad no necesitaba. Gastaba intentando justificarlo en que eran cosas pequeñas o baratas, aunque, por muy baratas que fueran, podría haberlas ahorrado, pero no podía. Tenía que comprar determinadas cosas para poder dormir, para poder estar tranquila e incluso para poder respirar. Me pasa igual con la comida.

Comía y como de forma desmedida. Sin hambre. Realmente, se puede decir que, desde hace algún tiempo, no sé siquiera lo que es tener hambre. Como básicamente por pura ansiedad. Y, especialmente, cosas que no le hacen ningún bien ni a mi mente y a mi salud. Ni física ni mental.

Os cuento un poco mi propio modus operandi para justificar que tengo que comer ciertas cosas aunque no las necesite. Por ejemplo: son las 14:30 horas y acabo de comer, pues establezco en mi mente que a las 16:00 horas tengo que volver a comer de nuevo unas tortitas o algo con Nutella y tiene que ser sí o sí a esa hora y eso porque si no, el corazón se me acelera y me cuesta trabajo hasta respirar.

A pesar de ello, no creáis que disfruto de lo que como, más bien lo engullo. Ahora que soy consciente, que he decidido empezar a tratarme y que, por fin, mi enfermedad tiene nombre y apellido, soy consciente de que muchas veces como sin respirar adecuadamente. Vamos que prácticamente me ahogo.

Es una enfermedad dura, difícil, nada comprendida ni apoyada y que, en la inmensa mayoría de los casos no es comprendida y por tanto no se acompaña por las personas que nos rodean como se debiera.

A mí me han dicho perlas del estilo: “pues no comas”, “ponte a dieta”, “ahora pareces una ballena”… y muchas cosas más. Sin saber el sufrimiento que hay detrás.

Lo importante es que sé que ya estoy en el camino correcto. He dado el paso definitivo, he ido al médico, me medico con lo que es oportuno para mí y voy a terapia. Estoy en el camino de la curación y, aunque sé que no será fácil, también sé que merece la pena ser recorrido.