Desde pequeña mi peor pesadilla es defraudar a mis padres, sobre todo a mi madre. Para mi yo adolescente, cuando suspendía y llegaba a casa, no había peor castigo que ver la cara de tristeza de mi madre. Sus ojos, con la mirada caída, decían que le había fallado, que había perdido su confianza. 

Y así me ha pasado siempre, cuando salía y volvía a las tantas de la madrugada, cuando me decía “bájate los pantalones” y me veía por la ventana volviéndomelos a subir, cuando me enfadaba con el mundo y no quería saber nada de nadie, etc. Podría poner mil ejemplos de aquella adolescente que fallaba a su madre. Por el contrario, creo que, sinceramente, no sabía lo que se me venía encima.

Lo difícil ha venido ahora. Joder que si ha venido. Ojalá solo se hubiese quedado en esos pantalones en los que se me veía un poco el cachete. Ojalá se hubiera quedado en mi madre. Pero no, ahora he defraudado a los dos y siento que no hay vuelta atrás.

Nadie entiende lo que es la depresión y la ansiedad, a menos que las haya vivido. Al igual que nadie sabe cómo narices ayudar a alguien que está mal psicológicamente. Y muchas veces tampoco tus padres. 

Siendo brusca, diré que estas enfermedades son muy jodidas. Te sientes perdida, sientes que vives el día a día porque debes de hacerlo, quizás por tu madre, padre, hermana o por quien sea. Sientes que tu persona, tu corazón y tú estáis rotos, que no sabéis amar y cuidar a quien más queréis. Sientes que no haces nada bien, que no eres buena en nada, que cuando apruebas, te cogen para el trabajo de tus sueños o simplemente te hacen un cumplido, lo hacen por despecho o pena. Sientes que ya no te quedan más lágrimas, porque has llorado con tanto dolor, que sientes que ya nada te volverá a causar tanto daño. Sientes que te ahogas, que no puedes respirar, que por más que inspires, tus pulmones no se llenan de aire. Sientes que ya no puedes sentir absolutamente nada, que por más que te empeñas, vas por la vida como si fueras otra más. No  te interesa nada, ni llegar a cumplir tus sueños, ni vivir la vida que querías, ni ir de viaje a donde querías. No te interesa ni tu cantante ni canción favorita, ni la comida que hacía tu abuela y amabas comer con ella, ni tu hobby favorito, ni tu carrera académica y/o tu trabajo. Por eso es tan jodido. Porque dejas de vivir y de luchar.

Y os aseguro que no queréis ver a vuestros padres poniendo todas sus fuerzas para ayudarte, sin entender que tú no puedes más. No queréis ver a vuestros padres perdiendo los nervios, haciéndose llamadas a las tantas de la mañana porque su hija tiene un ataque de ansiedad y no saben cómo ayudarla. No queréis verlos llorar porque les dices que ya no aguantas más, que estás aquí por estar. Porque les dices que tu vida es una vida mala con muy pocos momentos felices. Porque les dices que no hacen nada por entenderte. Llorando porque dices y dices, y no dejas de decir cosas que les llegan al corazón como si de un puñal se tratara.

Al final, sin querer o no, les vuelves a defraudar. Otra vez. 

Y te sientes la peor hija de todas, la más cruel. Sin embargo, sabes que si por ti fuera irías a decirles que sigues siendo la misma niña dulce, cariñosa y madura de hace años, que la hija que llevan viendo desde que estas enfermedades llegaron a su vida solo es la gemela mala, pero que tú sigues ahí, en el fondo de ese corazón acorazado con una armadura de metal, envuelto en bridas y candados para que esa niña no salga. Sabes que si por ti fuera dejarías todo atrás y les abrazarías como nunca les has abrazado, les dirías que son los mejores padres que te podría haber tocado, que sabes que ponen todo su empeño para que seas feliz… Pero la depresión y la ansiedad no te dejan, te mantiene la boca callada con su tristeza y maldad.

Hasta que entiendes que no puedes seguir así. No puedes seguir sintiéndote la peor hija del mundo, porque sabes muchas cosas, pero más aún sabes que seguir así no te vendrá bien para superar todo el caos que te mantiene muerta en vida.

Y en ese preciso instante comprendes que tienes que aceptar que, desde tu perspectiva,  has fallado de nuevo, pero lejos de la realidad, para nada es así. Al final no te queda otra que aceptar la realidad de la vida que llevas viviendo desde hace tiempo, y sabes que por mucho que cueste, no puedes seguir así. 

Al final te das cuenta de que puedes fallar por muchas razones, pero que por tener depresión y/o ansiedad tus padres no dejarán de serlo, ni menos aún de quererte.

Diana.ruiz.18