Te voy a contar, querida lectora, un follodrama con moraleja. Y como yo soy muy de spoilers (me hago spoilers a mi misma porque soy una ansiosa de la vida, REAL), empezaré por la moraleja: los hombres con novia/mujer, ni tocarlos. El karma, la vida o el de arriba te lo va a hacer pagar. Te va a salir mal. FA-TAL. Bueno, tú verás…

La historia comienza con servidora conociendo a dos maromos, a los que llamaremos “Chicarrón del Norte” y “El Andalú”. “Chicarrón del Norte” era ese madurito mega sexy con el que fantaseas sí o sí. Además nos dedicábamos a pincharnos continuamente, lo que me ponía más todavía. Pero con el tiempo, la cosa se va enfriando… Las conversaciones se acabaron centrando en cuestiones de trabajo. Claramente, ahí no había nada que rascar. Para confirmarlo, le acabó echando el ojo a una amiga.

¿Quién aparece cabalgando entonces por el horizonte? “El Andalú”. Primero, me escribe una noche fingiendo ser un error. Unas cuantas noches después, repetimos, pero esta vez admitiendo que me buscaba. Eso sí, sin intenciones de ningún tipo. Hasta que al final, entre juego y juego, lo tuvo que admitir: que eres una jovenzuela lozana y muy gamberra y quiero tema.

Y ahora viene cuando me suelta la bomba: oye, mira, que es que yo tengo novia, pero como vive en las Antípodas, pues yo no muerdo carne en meses y meses. Pero no son cuernos, ¿eh? Que sería solo sexo, que la fidelidad es otra cosa y tal…

Al principio, le paro los pies. Bueno, vale, se los paro a medias. Quería hacer las cosas decentemente, pero por otro lado me jorobaba perder la ocasión. Así que le propuse lo siguiente: te toca sincerarte con tu novia, proponle una relación abierta. Si él iba a concederse el derecho a tener sexo con otras mujeres, lo justo era que su novia tuviese el mismo derecho. No iba a ser él el único con roce y cariño, oye…

Al principio yo le toreaba, pero poco a poco fui cayendo en la trampa. Aquello me resultaba muy morboso. Meses más tarde (dice que no toca a su novia en meses y a mí no me vio en el mismo plazo de tiempo, pero bien, vale), coincidimos en un evento de fin de semana. Qué casualidad que la vida me regala una habitación doble de hotel para mí sola, al final del pasillo y sin nadie del evento por allí.

Así que, la primera noche, le invito a darnos las buenas noches. Aparece por allí y empezó el lío. Bueno, empezó y casi acabó. El muchacho me besó, disfrutó un rato con mi escote y, como 20 minutos más tarde, resulta que estaba cansado y con mucho sueño. Así que se fue.

Inocente de mí, pensé que la segunda noche habría fiesta en la alcoba. Pues no, mira, que he quedado con un amigo, que si eso, cuando vuelva. Pues sí eso, es que me dieron las tantas como a Sabina. Allí no vino nadie. Que yo estaba más bonita que un San Luis, con el potorro entristecido y con ganas de dedicarle un lamento flamenco por el balcón a ese polvo fallido que no iba a echar.

Como el muchacho no es de decir la verdad a la primera, a la mañana siguiente todo iba bien, estábamos estupendamente, vamos. Hasta que empezó a ir mal y tuvo que reconocer que, cuando estuvo conmigo, se arrepintió. Oye, que igual esos no- cuernos, pues un poco cuernos sí son.

¿Me jorobó al principio? Pues sí ¿Creo que el chico hizo mal dejándome a medias? Honestamente, no. Yo hice mal cayendo en ese juego. Da igual que la situación fuera muy morbosa. Ni tenía pinta de ir bien ni su novia merecía lo que pasó. Así que, querida lectora, si se arrima a ti sin querer romper la relación o abrirla, NO SE TOCA.

@mia__sekhmet