No sé si a vosotras os pasa, pero cuando estoy con los días de regla, me pongo de lo más  cachondona. Acababa de salir de la ducha y mi novio estaba jugando a la Play. Yo tenía  ganas de mambo violento. Me puse delante de él con la toalla y me la quité. Como en los  típicos Tik Toks, la respuesta fue rápida: dejó el mando, no recuerdo dónde, y nos pusimos  en faena. 

Como es un poco asquerosete y no le gusta hacerlo cuando estoy sangrando, cosa que aun no entiendo porque bien que le gusta meterla por detrás y me parece aún más marrano, nos  fuimos al baño. Durante esa época estábamos bastante innovadores, no habíamos probado  muchos juguetes sexuales más allá que las típicas esposas y un dildo pequeñito para mí. Le  había propuesto varias veces de probar de encontrarle el punto G y nunca había accedido,  hasta aquel día. 

Entre que yo estaba a tope con las hormonas, las tetas se me habían hinchado y tenía  tremendas ganas de hacer cosas nuevas, así que saqué la artillería pesada: me puse a  chupársela como nunca antes. Sabía que le gustaba que le jugueteara con el prepucio y los  huevos y en poco rato estaba más duro que una piedra. Por cierto, consejito que me ha  servido casi siempre: usar las manos a la vez que estamos con la felación, y las babas suelen  ser bastante efectivas. 

Total, que probé, con su consentimiento, con el dedo en el ano. Y, sorprendida, me dijo que  sí. Con mucho cuidado traje mi lubricante de confianza y le comí el culo como nadie se lo  había hecho en su vida. Ojalá mi primera vez hubiera sido así de buena, la verdad. Estuvimos  bastante rato, también practicamos sexo anal siendo yo la sujeto.  

Estando en plena faena me dijo que quería más y yo, bestia de mí y a día de hoy me  arrepiento, cogí lo primero que vi que no era muy grande y que tenía a mi alcance: un  desodorante de rolón.

Bueno, bueno… el cabrón se lo gozó muchísimo. El poder ir  introduciéndoselo poco a poco fue una experiencia única, se corrió súper rápido. ¿El drama?  Que luego no conseguimos sacarlo. Es que aún no sé cómo leches se me ocurrió, de verdad,  la marranería invadió todo nuestro ser, supongo. Nos cegamos por las puñeteras hormonas. 

Nos empezamos a poner nerviosos. Intenté sacárselo, no pude, luego él en cuclillas, con  lubricante, pero no había manera. No sé si es que había hecho vacío o qué, pero al no tener  una zona para agarrarlo y traerlo de vuelta del lado oscuro, era imposible de recuperar. 

Me puse a llorar, le pedí perdón y a él le dio un ataque de risa de los nervios. Cogimos el coche y conduje  hasta urgencias. De verdad, no os imagináis la vergüenza que pasamos al explicar el motivo  de la consulta. “Mire, es que a mi novio se le ha quedado un desodorante atascado en el ano”.  Las enfermeras y enfermeros de guardia se miraron y, no sé por qué, me dio la impresión de  que no será el primero ni el último que llega en esas condiciones. 

Sí, al final pudieron sacarlo sin muchas complicaciones.

A partir de entonces, estuvimos un tiempo sin volver a practicar sexo anal hasta que un día  me dijo que quería volver a probarlo. Así que, ya siendo más responsables, compramos un  dildo anal de verdad. 

GRIS :)