Cada vez que cuento esta historia los hijos de puta de mis amigos se mean encima, literalmente. Corría el año 2017 y yo estaba un poco hasta el ovario derecho del típico novio que viene, va y da más vueltas que Bisbal en una romería de pueblo.

Como mi vida es fantástica, maravillosa y no me hace falta abrirme el Tinder para que me metan el churro, conocí a un piloto de Abu Dhabi en el aeropuerto de vuelta de unos de mis viajes de pingoneo. No hay que decir lo follable que estaba con el uniforme de piloto puesto, porque ay virgesita santa que yo hubiera dejado que me llevara a dónde él quisiera. Vamos, que me bailaba la almeja por bulerías con sólo mirarlo.

Nos dimos los números y estuvimos mandándonos mensajitos toda la semana. El chico se le veía más bien tímido y yo ya me había echo a la idea de que fotopene nada,  éste iba a ser un huevo Kinder en toda regla. Sorpresa, sorpresaaaa

Al final vi la ocasión perfecta para quedar un fin de semana que mis amigos y yo íbamos a salir por una discoteca de la ciudad. Me enfundé mis vaqueros del folleteo, que me hacen un «kulo» (con k de Kardashians) que lo flipas y me dispuse a partir la pana.

Entre copa y copa (yo, porque él por religión no bebía) me pegué a él para dejarle claro que tenía toda la intención de entregarme al fornicio, y después de dos canciones de Maluma y cuatro de Nicky Jam, nos fuimos en su coche al hotel.

A este punto de la noche yo estaba a) borracha b) caliente c) todas a la vez y sólo quería probar el chocolate en barra de Oriente Medio. El recepcionista del hotel me miró y dijo al fondo a la derecha y claro, ya debería yo haberme imaginado que la primera primera, no era.

Total, que yo ya estaba espatarrada en la cama bajándome las bragas cuando mi amigo (que se llamaba Ali, real, como Aladdin) me mira de forma intensa. Y os reproduzco la conversación de esa noche porque no tiene desperdicio.

Ali: Chica bonita (creo que el hijo de puta no se sabía mi nombre) mi religión no me deja tener sexo con otra mujer que no sea mi esposa.

Yo borracha: ah, que bien. Qué bonito oye.

(me mira de forma intensa otra vez, preguntándose si lo he pillado).

Ali: Tienes que casarte conmigo.

Yo borracha: Bueno vale. Oh, espera. ¿Qué?

Ali: Si no no hay sexo.

Yo borracha: joder lo que hay que hacer para follar. Pa’lante como los de alicante.

Ali: ¿Qué?

Yo borracha: que sí, hijo, que sí.

Total, que allí estaba yo, a las 3 de la mañana, en un hotel de 5 estrellas (porque el chaval tenía moni moni, todo hay que decirlo) casándome con el que probablemente sería el hijo de un Jeque árabe en bragas, repitiendo (y os juro por mi vida y por mi colección dehighlighters que esto es 100% real, no me acuerdo literal porque dijo muchas cosas en árabe pero fue tal que así)

Yo señorita x ( os creeréis que os voy a decir mi nombre, que soy una mujer casada y tengo honor) te acepto a ti ante los ojos de Allah por un día y una noche y acepto la dote de un euro (¡UN EURO! QUE EL HIJO DE PUTA ME DIO UN PUTO EURO POR CASARME CON EL, QUE NI PARA UNA HAMBURGUESA DE POLLO DEL MCDONALDS ME DABA) para unirme a ti como esposa.

Total, que el paseíllo de la vergüenza lo hice casada, con hambre y con regalo del kinder sorpresa más bien pequeño.

Firmado: ¡Gran Alí, el bravo Alí, Ali Ababwah!

 

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