Follodrama: Casi me cargo el escroto de mi novio con una pulsera.
Durante mi adolescencia andaba yo muy punki. No es que ahora haya perdido el espíritu pero por entonces era toda una representación estética del punk 77’: ropa rota, cadenas y como no, accesorios con pinchos, indispensables para el look del día a día. Y de esta guisa y con 17 años, conocí al que fue mi primer novio “serio», que aunque no era de este rollo, parecía que verme así le ponía bastante a tono.
Por ese entonces, me había liado con unos cuantos tíos y había hecho mis pinitos: pajas y “petting”. Pero nunca había tenido relaciones sexuales de lo que yo por entonces consideraba (tonta de mi) “completas y verdaderas”. Así que pensé que con él, COMO MÍNIMO, tenía que estrenar mi primera felación. Pasé meses maquinando cómo y cuándo podría encontrar un hueco para ese momento ya que mis padres siempre estaban en casa, los suyos también y no quería que la primera vez que se la chupara a un tío fuera en los lavabos de un garito o de cualquier sitio mugroso.
Sí, yo era muy punki para unas cosas, pero para follar algo más pija y con 17 años ni él ni yo estábamos currando, ni con pasta para irnos, ya no a un hotel, sino a cualquier pensión con unos mínimos.
Al final, durante un fin de semana, mis padres por fin salieron un buen rato y él se pudo venir para casa. El día antes lo había estado maquinando todo al milímetro y había pasado parte de la noche recreando mentalmente cómo llevaría a cabo los acontecimientos para mi primera mamada y por su puesto, mi primer polvo. Creo que nada más llegar, él ya flipó un poco puesto que yo iba más salida que el pico de una mesa romboide y aparte de soltarle un buen morreo, me abalancé sobre él restregándome cual animal salvaje en celo. Así que en vez de enseñarle el piso y tener esos segundos de cortesía, directamente me lo llevé a mi cuarto enseñándole como mucho dónde estaba el baño.
Ya en mi habitación, no hicieron falta palabras para dejar claro a lo que íbamos y empezó el roce y el despelote. Justo cuando me iba a quitar mis pulseras de pinchos y algunas de mis cadenas, mi novio me pidió que me las dejara puestas e incluso que me dejara por encima de la cadera puesto un cinturón de pinchos. A mi se me hizo un poco raro porque no me parecía lo más cómodo pero pensé “bueno, si ese es su fetiche, pues dale una alegría”.
Cuando él se puso sobre mi, empecé a ver que aquello de llevar esos accesorios no era lo más fácil para una primera vez, así que antes de seguir directa al turrón me escapé un poco para poder cumplir uno de mis objetivos: chupársela. Desde luego a él le pareció muy buena idea, ¡cómo nos habíamos saltado ese paso! Y así seguí, muy directa y apasionada, casi sin tomar consciencia del mundo exterior y en uno de esos gestos entre que chupas, masturbas y acaricias los testículos, sin darme cuenta, le clavé la pulsera de pinchos arañando el escroto.
Mi novio soltó un buen “¡auch!” y yo recobré el sentido de la realidad. Me asusté bastante y él se tapó las partes y dijo: “voy un momento al baño”. Empecé a rallarme un montón… todo lo que había planeado se había ido al garete y encima al final no habíamos follado con penetración, que era para mi la guinda del pastel para esa tarde de pasión. Esperaba de corazón no haberle hecho ningún desgarre ni tener que acabar en urgencias pero a los pocos minutos ya me quedé más tranquila. Mi novio salió del baño con un gesto algo avergonzado, no le había pasado nada grave pero si que tenía una pequeña rayita roja en la zona…
Me quité un peso de encima y me puse cariñosa con la intención de continuar lo pausado, pero él, que obviamente ya no estaba erecto, me confesó que se había corrido en el baño…
Le quité hierro al asunto y me lo tomé como algo totalmente normal y comprensible pero él ya se quedó un poco fuera de onda. Y entre que nos quedamos hablando de otras cosas y nos fuimos vistiendo, pasaron un par de horas y mis padres llegaron a casa. Tenía la idea de que tardarían bastante más… Al final nosotros nos fuimos a dar una vuelta y a tomar algo en uno de esos garitos.
Desde entonces nunca más volví a llevar esas pulseras encima, antes ni durante un polvo y mi primera vez tuvo que esperar unas cuantas semanas más.