Esta es una de esas historias que intentas olvidar, pero recuerdas para los anales de la historia (me encanta esa expresión). ¿Alguna vez os ha pasado que estáis intentando dormir y miráis el reloj y veis que son las 3 de la mañana? Entonces le decís a vuestro cerebro “venga, relax, por favor, que mañana madrugo” y él os responde “venga, duérmete, pero primero acuérdate de cuando en quinto de primaria dijiste que tu postre favorito eran las ladillas en vez de las natillas”.  Pues ahora tengo otra historia más que me atormentará forever and ever y es esta.

Poneos en situación: fiesta de empresa. En mi curro hay muy buen rollo incluso con los jefes, y nuestro departamento está formado sobre todo por gente jovencita. Eso significa que quedamos muchas veces para tomar algo, para cenar o para salir de fiesta. No me quejo. Sobre todo cuando se incorporó Mario.

Mario era un tío de esos que hacen que te replantees la existencia de Dios. Si viviésemos en los años de maricastaña, Michelangelo habría hecho una escultura con Mario. Os hacéis una idea de lo bueno que estaba.

Representación gráfica de mi coño.

Por eso el día de la cena de empresa no perdí oportunidad para tirarle la caña sutilmente. Empezamos a hablar de curro y acabamos hablando de lo mucho que nos poníamos… Estábamos más cerdos que Piglet y nos piramos del bar, pero antes el muchacho me dijo que necesitaba ir al baño. Pos ok, fenomenal.

Salió y fuimos a mi casa. De camino ya nos morreamos y nos sobamos todas las partes del cuerpo como si estuviésemos amasando una pizza. Se veía venir un buen empotramiento… O eso creía yo.

Una vez estábamos en mi dulce hogar nos quitamos la ropa y nos tumbamos en la cama, cuando de repente bajo a comerle la polla y ahí me lo encuentro:

Un trozo de papel con caca.

Sí. Papel higiénico. Si. Caca. Caca marrón. Caca de culo. Caca pegada a los pelillos de su ojete. Caca en todo su esplendor.

Fue ese momento en el que pensé “si Dios existe, esto no lo había planeado”. Y se me cortó todo el rollo. Le dije que algo me había sentado mal y el muchacho se fue.

El lunes siguiente vino a mi puesto y me dijo que sabía lo que había pasado, que lo sentía mucho, que jamás le había ocurrido, que por favor le diese otra oportunidad. Y yo en esas me ando, con ganas de follarle lo que no está escrito, pero con miedo a que en medio del polvo venga a mi memoria la imagen de la caca. ¿Vosotras qué haríais?

 

Anónimo

 

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