Voy a relataros mi experiencia más surrealista en el fornicio. Yo tenía 27 años y conocí por Tinder a un chico 3 años menor llamado Char que tenía un aspecto mezcla entre guapete malote y macarrilla. Quedamos para tomar algo pero luego en persona me dijo que quería pasear. Era invierno y hacía un poco de frío. Más que un poco, tenía yo los pezones que podían cortar cristales. Pero claro, el chico quería pasear, pues nada, habérmelo dicho y me pongo las mallas del Decathlon y no vestido y tacones, hijo.
Pero lo que más me mosqueaba es que él no paraba de mirar el móvil de reojo.
– Mira, ¿te pasa algo? Te veo distraido, si no te apetece la conversación o no te atraigo o lo que sea, lo dejamos y ya está.– No no, no es eso. Es que estoy con algo importante, pero ya dejo el móvil. Vamos que mi casa está cerca y te invito a una cerveza.
¿Pero no quería pasear? Bueno, el «vamos que mi casa está cerca y te invito a una cerveza» quería decir también «vamos que te voy a poner mirando para la Meca» y honestamente a 0 grados no venía nada mal subir un poco la temperatura.
Ya en el salón puso unas cervezas y se volvió a levantar con el móvil. Y ahí empezaron mis sospechas. Este tío tenía novia. Sino a cuento de qué tanto misterio con el móvil. Seguro que la estaba controlando para ver a qué hora llegaba a casa. Entonces me levanté y empecé a inspeccionar la casa buscando señales de la novia.
Entré en el baño buscando maquillaje, una plancha del pelo, potingues pero allá no había nada aparte de cuchillas de afeitar. Pero podía no arreglarse ni que le gustase el maquillaje ni nada y ser una mujer con mucho vello facial.
Por otro lado no había ni rastro de fotos de otra mujer que no fuera una señora que parecía ser su madre. Y ya no me daba tiempo a investigar más porque Char estaba volviendo pero iba a enfrentarlo allá mismo.
– A ver Char, ¿sinceridad vale? ¿Tienes novia, verdad? No me voy a enfadar ni te voy a montar un pollo, pero sí me voy a cabrear mucho como me mientas. Dime la verdad y lo dejamos aquí, tan amigos.– ¿Pero qué dices? ¿Novia yo? si llevo 2 años soltero.– ¿Y por qué estás tan pegado al móvil? ¿Qué pasa, eres camello?– Jajaja, anda no digas tonterías. ¿Sabes que te pones muy guapa cuando te enfadas?
Y entonces me cogió de las caderas y me metió la lengua hasta la campanilla. Acto seguido se quitó la camiseta y entonces vi claro de dónde venía su nombre, Char. El colega tenía un Charmander de 10 centímetros tatuado en el pecho y un Sonic tatuado en el brazo, aparte de otros pokemons más por la espalda y el tórax.
Casi no me da tiempo a reaccionar cuando me coge en volandas y me lleva a la cama. Char me estaba comiendo el cuello mientras yo veía de fondo un póster con todos los Pokemon en la pared y un peluche de Bulbasaur encima de una cómoda. Un momentito, que a ver si esto ya va a ser too much.
Réplica del peluche que me estaba mirando las tetas
– Oye, una cosa, ¿tú qué edad tienes? Porque los tatuajes de Pokemon, el peluche de Pokemon, el póster de Pokemon. Char, dime que no eres menor de edad que aún no he llegado a la edad de Ana Obregón.– No, si te dije que tenía 24– Ya, aunque aparentas más. Pero claro, hoy en día yo ya estoy un poco perdida en la vida. Lo mismo tienes 15 y soy una puta asaltacunas.– Jaja, estás fatal. Relájate que te voy a hacer disfrutar
Y entonces se bajó los pantalones y salió el Pokerabo con una nueva sorpresa, Tenía dos pokeballs tatuadas en los huevos.
¿PERDONA?
La puta que me parió. No podía haberse puesto Dolce y Gabanna en cada huevo, o haberlos pintado blanco y negro como Calimero. No, dos pokeballs que iban a rebotar contra mis piernas con ese peluche diabólico de Bulbasaur que me miraba como si me fuera a matar. ¿En qué me convertía todo aquello? ¿Me pasaba al Team Rocket? O empujaba la cabeza de Char a mis bajos y le decía «Char, a por bayas».
Por un lado lo más curioso es que estaba cachonda porque Char estaba muy bueno. Pero cada atributo que me mostraba me cortaba más el rollo. Es como si te aparece Khal Drogo disfrazado de oveja y con las uñas pintadas. Pero amigas, una vez en aquel sarao o me dormía como Snorlex o me activaba como Pikachu así que dije «nena, hazte un piedra trueno por dentro y que el Charmander te haga ascuas». Y entonces sentí la llamarada. El frío, las distracciones, sus peluches, la filia pokemon, tenían su recompensa cuando Charmander me metía la cola que era como la manga de un abrigo.
Pero al rato se levanta nervioso y se pone a dar vueltas por la habitación.
– ¿¿¿¿Pero qué pasa????– Perdona, es que tengo que ver si hay alguno.– ¿Algún qué?– Algún pokemon. Pero tú tócate mientras me miras, acabo rápido– Estás de coña, ¿no?
Entonces comprendí lo del móvil. No tenía novia. Lo que tenía era un retraso enorme y una adicción a Pokemon Go. Era la época donde todo el mundo estaba loco por Pokemon Go y veías por la calle a gente desorientada en jardines de casas ajenas buscando a un Pikachu. Pero que el muy cabezapony me había dejado en mitad del fornicio por jugar al móvil.
Así que comencé a vestirme cuando Char se dio cuenta de la situación y vino a enmendar su error. Pero AHORA ES TARDE, SEÑORA.
– Nena, no te vayas, ¿te ha molestado? Vuelve a comérmela un poco y ya nos ponemos a tono.– WHAT??? Mira, soplamuros, te lo voy a decir en tu idioma para que lo entiendas. Cuando vas a una batalla, la terminas. No dejas la partida a medias. Porque hacerle un látigo cepa a la gente no es nada bonito. Así que no me toques las pokeballs porque estoy sin vida ya y no me salen más referencias pokemon pero como me cabree más te mando una onda vital y…– Onda vital es de Dragon Ball– ¡¡¡¡¡¡No me jodas Char, no me jodas!!!!!! Y te digo otra cosita. ¡¡¡Digimon molaba más!!!
Así que nada amigas, recogiendo gilipollas yo también soy como una entrenadora Pokemon. Ya sabéis. Hazte con todos.