Hoy vengo a contaros una de esas historias que solo pueden pasarme a mí. El día que me acosté con mi vecino.

 

Hace un par de meses mi vecina de al lado se mudó y llegó al vecindario un chico joven, más o menos de mi edad. Estaba acostumbrada a que mi antigua vecina no molestaba nada, cero ruidos, no se oía ni el ruido de la cisterna y eso que es piso pared con pared.

Bueno, pues fue llegar este chico y mi estado de tranquilidad se convirtió en estado de “o te callas o te la lío”. La mudanza ya de por si fue ruidosa pero entendible, no iba a ser la típica vecina que llama la atención por todo. Pasaron los días y de verdad pensaba que este chico era sordo: el volumen de la tele estaba al máximo, la música (una música horrible por cierto) a toda pastilla. Montaba una escandalera cada vez que se duchaba y ya no hablemos de cuando iba gente a casa. Montaba cada fiesta que al principio no le quise dar más importancia que la que tenía: pues si el chico se acaba de mudar y quiere llevar a sus amigos es lo que hay. Gracias a Dios tengo una vecina (peor que yo) que todo le molesta y en varias ocasiones llamó a la policía. Yo también he hecho fiestas en casa pero una cosa es una cosa y otra es hacer una fiesta rollo Jersey Shore al lado de mi cama. Vivimos justo encima de varios bares y tabernas, en el centro. Era cuestión de tiempo que coincidiéramos en el bar de abajo. No le había puesto cara todavía cuando una noche conocí a un chico con el que había hablado alguna vez por Instagram. Hablando me comentó que uno de sus mejores amigos se había mudado justo encima del bar, como no, su amigo era mi vecino. 

Tenía interés cero por este chico pero bueno no me venía mal tener la conversación abierta por si algún día tenía que decirle que mandara a la mierda a su amigo. Cada vez que el vecino volvía a hacer una fiesta, escribía a este chico y gracias a Dios bajaban la música o el volumen de voz. Pero había fiestas en las que esta persona no estaba y me tenía que tragar la fiesta enterita, y lo que no era la fiesta.

Cada vez que mi vecino follaba se enteraban hasta los del cuarto. Una escandalera máxima tanto por su parte como por parte de las chicas que se acostaban con él. Una noche, mi compañera de piso y yo bastante hartas, decidimos escribirle una nota “amistosa” para decirle que por favor bajara el volumen y no precisamente el de la música. Se puede follar pero unos decibelios más bajito. La nota le debió hacer bastante gracia al chaval porque su amigo me mandó una captura de cómo ellos se reían de la situación. La noche siguiente yo salí de fiesta. Al coger el ascensor me di cuenta de que el vecino tenía la puerta abierta y no había luz en casa. Escribí a su amigo y el muy tonto se había dejado durante horas la puerta abierta de casa. Hasta aquí todo bien, salí de fiesta y se me fue la hora de las manos.

me acosté con mi vecino

Volví a casa sobre las 7 de la mañana comiéndome un kebab con un amigo que me acompañó a casa. Al despedirnos justo entraba por el portal mi vecino y solté con todo el pedo: “mira este es el vecino que se deja la puerta abierta”. El comentario no le hizo mucha gracia y subimos medio discutiendo en el ascensor. Abrió la puerta de su casa y yo quería abrir la mía intentado no tirar mi preciado kebab. Me sugirió que lo acabara en su casa con una cerveza para enterrar el hacha de guerra o al menos que le explicara bien por qué me molestaba tanto lo que hacía o dejaba de hacer en su casa. Puso la tele y ese fue el principio del fin. Nos pusimos a discutir sobre el volumen de la tele y eso llevó al volumen que tenía él y sus parejas al follar. 

El final de esta historia, era el esperado. Me acosté con mi vecino. Fue raro porque fue un polvo con rabia y además estaba intentando hacer el mínimo ruido posible ya que mi compañera de piso estaba durmiendo en casa. Nos dieron las 11 de la mañana, cogí mis Vans y las medias de la mano y con el maquillaje todo corrido me fui de su casa para entrar en la puerta de al lado, mi casa. Nada más entrar ahí estaba mi compañera de piso que perfectamente había distinguido mi voz a través de la pared y me dijo: “te has acostado con el enemigo”.

 

Sandra Regidor