Esto me ocurrió cuando yo tenía unos 25 años, acababa de terminar una relación de 4 años con un chico, no paso nada “grave” entre nosotros, simplemente me puse a reflexionar y no me imaginaba con él de abuelita sentados cada uno en una mecedora echando la vista atrás y sonriendo por lo que habíamos logrado juntos, no sé si me explico.

Total, me veía otra vez en el mundo de la soltería, intentando adaptarme (dejar de comprar la ropa que seguramente le gustaría a él, haciendo planes diferentes…), y en el tema laboral empezaba a trabajar en lo que realmente me gustaba y aprendiendo (a base de golpes) lo duro que era iniciar una carrera en ese ámbito en concreto.

Pues un día de estos, que estas que ni fu ni fa, deprimida pero no, desganada totalmente, decidí comprarme un cupón para darme un masaje.

No conocía el sitio, ni el profesional, ni na de na, pero era económico y en el centro de la ciudad y serviría para despejarme y tener un ratito de relax y de cambio de aires.

Llamé al sitio y tenían cita para esa misma tarde a última hora, por lo que reservé.

Como llegué excesivamente pronto y sabía que me iba a tocar esperar cogí un café para llevar y me fui para el sitio.

Allí estaba yo, media hora antes con mi café, cuando esperaba que me abriese la puerta un recepcionista, me la abrió el propio masajista y me pidió que esperara.

Recuerdo que al abrir la puerta y verle me hizo tambalear, me preocupé por si tiraba el café, hubo una conexión extraña en ese momento, no sé cómo explicarlo, recuerdo el cruce de miradas, y mi sexto sentido que se despertó. Pocas veces recuerdo que me haya pasado una atracción física tan intensa con alguien, atracción que por lo que posteriormente comprobé fue recíproca.

Y ahí estaba yo, con mi café y actualizando mis redes sociales con un “relax moment”, para digerir de la mejor forma la sensación que acababa de tener, esperando a que fuera mí turno.

Salió la clienta anterior a mí y él para despedirla, y nos quedamos solos en el gabinete. Me acompañó a la sala de masajes e íbamos manteniendo la típica conversación: que si necesitaba desconectar; que si no tenía referencias; que había sido pensado y hecho; que me dedico a esto; que tengo estrés…

Yo no soy mucho de hablar, soy más bien rancia con los desconocidos, pero él me ponía nerviosa y hablaba, me ponía nerviosa por cómo me miraba, me sentía intimidada pero en el buen sentido, me gustaba al mismo tiempo, estaba flipando, no sé muy extraño.

Cuando nos encontrábamos en la habitación de la camilla con la conversación de ascensor intimidante, me dijo que me desnudara, dejándome solo las braguitas y que me tumbase boca abajo en la camilla. Lo normal, pensaréis todas. Pero en vez de salir de la habitación para dejarme la intimidad de desnudarme, el sinvergüenza no salió de la sala y se dio la vuelta, disimulando tocando botecitos. Y yo pensé: tú quieres jugar pues yo también, vamos a ver a donde lleva esto. Y no le pedí que saliera, me desnudé con él a centímetros y me quedé con mi culotte súper mono y me tumbé en la camilla.

Mientras tanto el palique de cosas mundanas, como si lo que estaba pasando fuera absolutamente normal y todo muy profesional, pero el ambiente, la sensación era de: estoy flipando en colores. Le dije que ya estaba tumbada y empezó con el masaje, yo ya callada, él también.

Empezó a masajearme la zona del cuello, pero rápidamente bajo por la espalda y se dirigió a las piernas (que yo pensé: como no vuelva luego a la espalda lo mato), masajeando las piernas y subiendo a los muslos y yo ya estaba gozándola, cuando de repente noté como que se le iba un poco la mano hacia el culo, nada, ligeramente y súper rápido.

 

Y mi cabeza ya en alerta auto preguntándome si me había tocado el culo, convenciéndome de que no que habría sido sin querer, con estos pensamientos andaba de quedarme loca cuando, lo volvió a repetir, y ya pensé no, no ha sido sin querer, vale guapa, es tu turno, o te giras y le cruzas a cara, o esperas a ver qué pasa.

Y que hice yo? Pues esperar a ver qué pasaba, él al ver que yo no reaccionaba (igual notó mi tensión de no querer moverme, de convencerme de seguir actuando con normalidad jajaja) empezó a ensañarse con mi culo, ya no eran ligeros toques, era sobeteo del bueno y yo no sabía dónde meterme. Me reía sola por dentro pensando en lo surrealista de la situación y de lo que me estaba pasando. Pero ahí estaba dejándome manosear por un masajista buenorro desconocido y, sinceramente, empezaba a gozarla más que con el masaje.

Entonces sin saber por qué, giré un poco la cara para mirarle y con una voz de perra (que no sé de donde me salió) le dije: “qué? Te gusta mi culo, no?”

Y su cara expresaba entre una mezcla de estar cachondo perdido y una vergüenza extraña, ni contestó, se abalanzó hacia mí, y ahí acabamos haciéndolo, encima de la mesa de masajes.

Fue uno de los mejores polvos de mi vida, supongo que porque el sitio y él eran totalmente desconocidos para mí, además de lo improvisada que era la situación, iba a darme un masaje, como mucho se me podía caer la baba, no iba a gemir como si no hubiera mañana encima de la camilla para masajes.

Estuve en la clínica 2:30h cuando el masaje era 1h. Sí, chicas tuve un masaje con final feliz jajaja, os juro que no estaba anunciado de esa forma, y que ese sitio no se dedica a eso, fue una amiga la semana siguiente para comprobarlo, jajajaj.

Cuando acabamos él no paraba de disculparse. Que no sabía qué había pasado, que él no hacía esas cosas, que no entendía qué le había pasado conmigo, que por favor no dijera nada que peligraba su puesto de trabajo. Y yo la verdad es que estaba en shock al pensar en la película porno que me acababa de montar, ni le escuchaba solo estaba pensando en que al llamar a mis amigas no se lo iban a creer.

Bajamos juntos, nos despedimos, y me pidió mi numero, estuvimos hablando esa noche y algunos días más y decidimos volver a quedar. Sí chicas, en el mismo sitio, a última hora, yo toda preparada con mi conjunto de ropa interior súper sexy, toqué al timbre y me dijo que bajaba y me llevó a tomar una tarta. Sí como leéis, una tarta, que quería limpiar su imagen, que quería conocerme… y yo pensando: hijo mío me tendrías que estar follando en la camilla como el otro día….

Ya no volvimos a quedar, ya no me dio morbo y ya no he vuelto a coincidir con él. Pero el momento y el recuerdo es lo que me llevo.

Z.

 

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