Cuando lo vi en Tinder pensé que era un perfil fake. Las típicas fotos de book de modelo posando en una playa de Tailandia o en lo alto del Timanfaya. De todos modos le di Like porque un lunes a las 4 de la tarde podía soñar con hombres de cuerpos apolíneos o ver Sálvame. Y llegó el match. Aunque bueno, no tenía por qué escribir, muchos dan like a todas y luego nunca escriben, pero éste sí escribió.

Fue bastante directo: hola, me has gustado mucho y me mola lo que dices en tu perfil, yo estoy de paso que estoy haciendo el camino de Santiago pero me gustaría conocerte ¿te apetecería tomar un café ahora?

Pues déjame que me lo piense… Va, me pongo bragas nuevas y voy para allá. Pues claro cariñó, un café o un cocido para 20. Aunque yo soy más de citas al final del día, por la tarde me es complicado encontrar un estilo elegante pero casual sin parecer que me he esforzado demasiado para la cita.

Cuando le vi llegar fue como si sonase música de fondo, la acción se ralentizase y cayeran pétalos de rosa. No estaba bueno, lo siguiente. ¿Pero por qué yo sólo veo chinos y holandeses con chuvasqueros que me preguntan con mapas y no cuerpos del deseo como éste? Voy a montar una cabañita delante del ayuntamiento para mostrarles el camino a mi entrepierna.

Le pregunté qué buscaba y me dijo que conocer a alguien interesante, que estaba de paso y ya mañana se iba. También añadió lo de «no pasará nada que tú no quieras que pase«. Voy a contaros un secreto. En el 95% de los casos que un hombre le dice a una mujer «no pasará nada que tú no quieras» le termina metiendo toda la polla. Esto es así, lo dice la Biblia. Y yo quería firmar el nuevo testamento.

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De una mirada pasó a una caricia, de ahí a un beso y nos dimos cuenta que la gente nos miraba porque estábamos en medio de una terraza morreando como si estuviéramos en una peli de porno amateur.

El problema es que él dormía en el albergue de peregrinos con más gente y yo en casa con mis padres. Así que se me ocurrió la gran idea de hacerlo en la playa fluvial porque estaba apartado, pero había una zona donde había gente que hacía botellón, y no teníamos coche para resguardarnos. Así que acabamos en Carrefour buscando una tienda de campaña. Lo que no mueva las ganas de follar no lo mueve nadie.

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Acabamos comprando una tienda que era específica para playas, se llamaba Summer Palace y aquello olía que iba a ser el polvazo de mi vida. Todo iba fantásticamente hasta que llegamos a la playa ya anocheciendo y desmontamos la tienda de campaña y el chico se pone con una piedra a clavar los ganchitos a la arena.

– Pero… ¿Y dónde está el suelo?

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Que no había. El summer Palace era un palacio sin suelo. Claro «específico para playa». Pues nada, a rebozarse por la arena, así que nos pusimos manos a la obra. Aunque empezó a levantarse un viento huracanado y por los huecos del suelo se hacían como remolinos de arena que me llenaban el pelo. Sumado a que se oían niños borrachos haciendo el botellón, la experiencia se estaba volviendo un tanto complicada. Pero el chico empezó a follarme y entonces sentí lo que sintió María del Monte cuando cantaba «tu ibas de peregrino y me cogiste de la mano«.

Pero en lo mejor del meneo una ráfaga de viento levantó media tienda. Nos quedamos parados pensando si seguir follando o volver a atarla pero como sólo se había levantado un lado y por el lado que nos tapaba de la gente seguía fijo, seguimos a lo nuestro. Pero a los pocos minutos otra ráfaga de viento volcó la summer palace y el maromo y yo nos quedamos en misionero al descubierto bajo la antenta mirada de los borrachos. TIERRA TRÁGAME.

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El chico tardó unos segundos en reaccionar y se fue corriendo en bolas tras la Summer Palace. A la par, mi mente trajo a la cabeza aquella canción de David Civera «que la detengaaaan, que es una mentirosa, malvada y peligrosa, yo no la puedo controlar» mientras mi tienda del carrefour sin suelo iba rodando por la playa como una puerta giratoria.

Empecé a ponerme ropa encima mientras me llenaba todo el cuerpo de arena y me escondía de los borrachos. A lo lejos vi la tienda de campaña ya en el agua y una persona nadando yendo hacia ella.

Los chavales se reían y nos señalaban y yo me sentía como una de «Perdidos en la Tribu». El peregrino volvió con la tienda de campaña, pero mojado, frío y con la chorra entumecida. Me quedé sin polvazo, pero al menos me quedó una tienda de campaña fresquita para ir de festivales.

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Foto destacada

 

 

Autora: La del Summer Palace

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