Ay, chiquillas, la magia de Halloween. Os digo con la mano en el corazón que es mi fiesta del año favorita, y por primera vez en mi vida he logrado cazar un fantasma. ¿Cómo?, os preguntaréis. Paciencia, yo os lo cuento con detalles.

Jueves 31 de octubre. Un grupo de amigas se prepara para darlo todo durante la Noche de Brujas. El disfraz es sencillo y hace honor a el importante evento: brujas de películas y series. Sabrina, Hocus Pocus, Jóvenes Brujas, The Love Witch, Las Brujas de Eastwick. De todo. Y oye, no es que sean mis amigas, pero qué guapas, empoderadas, reinas, válidas, divas, sexys, divertidas e inteligentes son.

Empezamos la noche en el primer bar. Cervecitas y pizzas. La fiesta promete. Cierran y movemos el culo hacia la discoteca de siempre, donde las copas no están aguadas y la camarera nos conoce.

De repente entra un grupo de tíos y uno de ellos me resulta familiar. Busqué fotos para confirmar y sí, resulta que en Navidad había quedado con él. Nos conocimos en Tinder y estuvimos hablando durante una semana hasta que finalmente quedamos, me pegó un herpes, me bloqueó en WhatsApp y me dejó con el chichi enrojecido y una mala hostia importante. Como no podía contactar con él para decirle que era un cabrón, busqué sus redes sociales. El Instagram era privado, pero en Twitter descubrí auténticas perlas. Comentarios hablando de “feminazis”, culpando a las víctimas de violaciones, soltando mierdas homófobas. Una perla de tío, vamos. ¿La guinda del pastel? Que tenía novia.

Estaba a puntito de lanzarme hacia él y llamarle de todo, pero algo me hizo cambiar de opinión. Nuestras miradas se cruzaron y NO ME RECONOCIÓ. En su mirada no hubo ni un atisbo de “uy, a ti te pegué un herpes”. Cero. Una desconocida. Decidí aprovechar ese regalo caído del cielo. Me sentía cabrona, y a más cosas recordaba de él más bruja era.

Le conté la situación a mis amigas e ideamos un plan: joderle todos sus intentos de ligar durante la noche, porque pese a tener novia actuaba como un puto cerdo. Si una tía le entraba, la interceptábamos y le contábamos la situación. Yo creo que todas las mujeres del bar se enteraron de que el chaval había pegado un herpes a otra chica (ya nadie se acordaba que esa chica era yo), y el boca a boca fue brutal. Cada vez que entraba una chica al bar y el gilipollas se acercaba, otra chica se metía en medio, le susurraba algo a la muchacha, ésta ponía cara de asco y se piraba. Él se quedaba con cara de haber cortocircuitado y no entender nada.

A las siete de la mañana nos fuimos a casa y al vivir en una ciudad pequeña, el rumor de que este tío es un machirulo y un guarro ha empezado a expandirse. ¿Está feo? Puede ser, pero peor es pegar un herpes a una tía y dar la callada por respuesta cuando te pide explicaciones.

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Anónimo