Conocí a Diego con 24 años. Y ¿por qué me enamoré de él?  Pues supongo que ser DJ en la discoteca de moda y tener labia, hacen una combinación peligrosa. Sin embargo a esa edad yo tenía la cabeza bastante amueblada. Había tenido ya 2 relaciones largas y tonteos varios. Vamos, que venía de vuelta.

Yo sabía perfectamente que la gente de nuestro entorno cuchicheaba por detrás. “Mírala, con este chaval… no van a llegar a ningún sitio”. “Pero ¿qué le verá?”. “Son totalmente opuestos”. Y aun así, me la jugué.

A los 3 años nos fuimos a vivir juntos. A los 4 años decidimos casarnos y al 5 año decidimos comprarnos una casa. El pack completo.

El llamado “mundo de la noche” no me cogió de sopetón ya que salía más noches que la luna. Así que cuando me propusieron trabajar de camarera en el mismo local donde él pinchaba, dije que sí sin pensarlo. Y durante ese tiempo ambos (recalco AMBOS) vivimos situaciones de metimientos de fichas. Tirar los trastos en las discotecas es deporte nacional, es así.

Justo cuando nos íbamos a casar cambié de trabajo. Pasé a estar a turnos y había días en los que me metía unos madrugones que no sabía ni dónde tenía la mano derecha. ¿Y qué ocurrió? Que no nos veíamos prácticamente. El un búho y yo una alondra.

Una mañana de domingo mientras él dormía le sonó el móvil. Un número que no tenía guardado. Pasé de todo y seguí a lo mío pero el número volvió a insistir 2 veces más. Así que preocupada por si había pasado algo y no le daban localizado de algún sitio, decidí cogerlo:

  • Pero tan cansado estás después de lo de ayer…

  • …Perdona?…

  • ¿Diego?

  • Soy Laura. ¿Quién es?

Llamadme gilipollas si queréis. Porque lo fui. Inicialmente me quedé a cuadros pero como no entendía (o más bien no quería entender) lo que acababa de escuchar… decidí desbloquear su teléfono.

¿Conocéis la canción de FELICES LOS 4? Pues en ese mismo p. momento no éramos felices los 4, éramos felices así como 20 personas. Podría casi decir que la aplicación de Tinder la creó el que por aquel entonces era mi marido y estaba en NUESTRA CASA, en NUESTRA CAMA, planchando la maldita oreja. Sí que es cierto que no había mensajes explícitos pero había un tonteo más que evidente, fotos sugerentes de algunas chicas y citas a distintas horas y a distintos días.

A  día de hoy sigo preguntándome cómo carajo pude tener la capacidad de esperar a que se despertara.

Os ahorraré los detalles de la conversación pero bueno… no fue agradable. Cogí cuatro cosas y me volví a casa de mis padres. A los que, tuve que hacerles un resumen omitiendo datos de lo que había pasado.

Me buscó, me llamó, se plantó en casa de mis padres. Me pidió perdón de rodillas llorando. Me dio su móvil y me dijo que lo tirara. Que cambiara el número. Que le pusiera un control parental incluso. Que no podía vivir sin mí. Y sí… me lo creí.

Durante 2 meses me creí totalmente que  estaba arrepentido. Que vivía por y para mí. Que me veneraba y que estaba profundamente arrepentido.

Su culpabilidad duró eso. Exactamente 2 meses. Hasta el día en el que llegué a casa 2 horas antes del trabajo y lo pillé zumbándose a otra en NUESTRA cama.

Como anécdota os contaré que cuando era camarera en la discoteca había una chica que era súper amable conmigo. Venía todas las noches. Desde la apertura al cierre. Y siempre hablaba mucho con ambos.

Sí… la de la cama era ella.

 

Anónimo