Hace años que me casé con un hombre que siempre quiso ser romántico, pero que no eligió a la persona adecuada para llevar a cabo sus planes.
El caso es que él siempre estaba atento para hacer cositas sutiles, pequeños detalles que hacían de un desayuno algo romántico, de un paseo algo especial. Y yo, que soy ante todo práctica, le estropeaba esos detalles por inconsciente. Esto fue peor todavía cuando, intentando pedirme matrimonio acabó mandándome un WhatsApp para que me enterase de una vez.
Fuimos junto una vez al acuario. Estaba empeñado en que debíamos llegar a tiempo a la hora en que daban de comer al tiburón. No entendía tanto empeño, pero le hice caso. Solo que, al llegar allí había un bebé aprendiendo a caminar y sus papás grababan sus primeros pasos mientras el niño caminaba torpe hacia la cristalera que lo separaba del enorme tiburón que tenía de frente (extraña elección como primer objetivo de marcha independiente). Hubo mucho revuelo, creí que por lo del niño, hasta que vi a la mujer que hacía de buzo para hacer el mantenimiento de la zona de en frente del acuario marcharse con una pizarra bajo el brazo. Todo el mundo se giraba y parecía buscar algo, pero yo seguía mirando a aquella madre emocionada y, con una lagrimilla asomando, abracé a mi novio y le dije “¿no te parece super tierno?” y él, molesto, me dijo que sí.
Entonces llegamos al coche. El fue primero mientras yo me quedé pagando unos recuerdos para mi sobrina de la tienda de regalos. Al llegar al coche me subí en el asiento de la copilota y él me pidió que le cogiese no sé qué cosa de la guantera. Acto seguido abrí aquella puertecilla, aparté la flor que había sobre los papeles, hice a un lado la cajita de una joya que había en el medio y le dije que allí, aquello que me había pedido, no estaba. Él pareció enfadarse, pero supuse que era consigo mismo por no haber guardado allí aquello que estaba buscando.
Entonces me propuso ir a comer a nuestro restaurante favorito y yo jamás digo que no a un plan en aquel exquisito lugar.
Nos sentamos a la mesa, el camarero estaba especialmente atento con nosotros y nos trató con la amabilidad de siempre pero con una sonrisa exagerada. Trajo las cartas, dobló las servilletas de un modo extraño y se fue. Yo puse mi servilleta sobre mi regazo antes de comenzar a picar aquel aperitivo que nos había puesto y vi un destello salir hacia el suelo , pero no le di más importancia y seguí a lo mío. Mi novio, claramente molesto, se agachó y resopló. Entonces comenzó a sonar nuestra canción.
El volumen estaba demasiado alto, pero yo seguía a lo mío, mirando un email que me habían enviado del trabajo. Noté que la gente de la mesa del fondo me miraba, pero no le di importancia. Casi acabada la canción acerté a decir “Oh, cariño, es nuestra canción” y en ese momento me llegó un WhatsApp al móvil que ponía “Que si te casas conmigo” seguido de 2 emojis de enfado. Tiré el móvil a un lado y me encontré a mi novio de rodillas, con una mano en el suelo por llevar así demasiado tiempo. Yo le dije emocionada “¡¿Pero cómo me mandas un mensaje?!” A lo que él contestó “Una submarinista pasó 10 minutos con un cartel pegado al cristal que ponía Marisa, ¿te quieres casar conmigo? Mientras yo estaba arrodillado a tu lado. Acabé fingiendo que me ataba los cordones, no he pasado más vergüenza en mi vida. Luego metí en la guantera una nota, una rosa azul y el anillo y poco menos se te caen del coche. Al llegar al restaurante el camarero te hizo una flor con la servilleta guardando el anillo dentro y lo tiraste al suelo. Ahora sonaba nuestra canción mientras yo hincaba la rodilla… Me estaba empezando a cansar de hacer el ridículo”. Me dio un ataque de risa tan grande por mi propia estupidez que acabé contagiándolo y, abrazados por el amor, la emoción y la vergüenza de aquella escena, nos besamos entre carcajadas.
Nos casamos, si, pero cuando quiere hacerme un regalo ahora me avisa de a dónde debo mirar, por si acaso.
Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.
(La autora puede o no compartir las opiniones y decisiones que toman las protagonistas).
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