«Era una tarde tonta y caliente» que diría Estopa. Estaba yo sola en casa necesitada de cariño (no es un eufemismo, es literal, de esos días que necesitas arrumacos) y, como si me leyera la mente, recibí un mensaje de mi follamigo (que como es más «amigo» que «foll» siempre apetece verle y echar unas risas) para ver si me apetecía ir a su casa a ver una peli. Dado que no tenía mejor plan, me duché, me vestí y en media hora estaba llamando a su puerta.

Puedo prometer y prometo que vimos la peli, o casi (si alguien sabe como termina «Memorias de una geisha» que no me haga spoilers) El caso es que no sé si es que nos estábamos aburriendo con la peli elegida o nos teníamos ganas, pero lo uno llevó a la otro y comenzamos a enrollarnos. Unos besos por aquí, unos besos por allá… y cuando quisimos darnos cuenta estábamos medio desnudos, así que nos fuimos a su habitación antes de que apareciera su compañero de piso.

He de decir que él es un chaval de lo más cariñoso, de ahí que los hechos que voy a relatar a continuación me dejaran descuadrada. Cuando llegamos a su habitación me empujó sobre la cama, se puso un preservativo y, dado que los preliminares ya los habíamos dejado listos en el sofá, se puso encima de mí y comenzó a penetrarme. Yo a esas alturas ya estaba más que a tono y, dominante que es una, le hice tumbarse para llevar yo las riendas del asunto. Como os he dicho al principio, esa tarde a mí me apetecían arrumacos así que en un momento dado, casi a punto de terminar, dejé de cabalgar cual vaquera salvaje y, aún con su miembro dentro de mí, pegué mi cuerpo al suyo y le susurré al oído «abrázame» porque quería llegar al clímax bien cerquita suya en todos los sentidos.

En ese momento, él me dio un azote y yo me incorporé como si hubieran activado un resorte. Me miró con cara de no entender nada y le dije «¿qué ha sido eso?». Él me contestó que solo había hecho lo que le había pedido (me había entendido «azótame» en vez de «abrázame») y que le perdonase si me había hecho daño. Su cara debió de ser un poema porque yo no pude hacer otra cosa que echarme a reír. Y oye, al climax no llegaría, pero la risa que me dio aquel azote aún la recordamos de vez en cuando.

Anónimo

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