La camarera de hotel nos pilló in fraganti

Esta es una de esas historias de “Tierra, trágame”. 

Todo comenzó cuando decidí hacer una escapada romántica a Valencia con el que era en aquel momento mi pareja. Fue un viaje bastante improvisado, por lo que no buscamos un hotelazo, sino más bien un sitio normalito de precio que estuviera lo más céntrico posible, con idea de hacer turismo por la mañana, volver a media tarde a descansar, y volver a salir por la noche. Y así lo hicimos. 

Después de visitar el Oceanografic tenía los pies que me los quería cortar. Me puse unos zapatos que me rozaban, así que nos volvimos al hotel a descansar y, una cosa llevó a la otra… total, que acabamos dándole al tema como si no hubiera un mañana.

la camarera

Eran como las seis de la tarde más o menos, así que no se nos ocurrió poner el cartelito de “No molestar” porque a esas horas entendíamos que las habitaciones ya estaban hechas y que era más que obvio que no necesitábamos nada de limpieza. 

Pues bien, estábamos ahí en la cama, sin sábanas ni nada porque hacía calor, yo arriba tipo amazonas, y de pronto se abre de par en par la puerta de la habitación. Yo grité. La camarera de hotel gritó. Mi novio gritó. Y si llega a haber más gente presente seguro que también habría gritado. No la vi entrar. Todo ocurrió demasiado deprisa. Pero en cuestión de segundos fui capaz de hacer tantas cosas que hasta yo misma me sorprendo. 

Por un lado, vi la puerta abrirse, a la señora gritar y luego cerrarse automáticamente mientras pedía disculpas sin parar. Pero ahí no quedaba la historia, porque mi cerebro frenético entendió que esta mujer había entrado de espaldas, para poder llevar el carrito, y nos vio al darse la vuelta.

 

Como quiso retroceder tan rápido y tan nerviosa, supongo, se le había caído una montaña de rollos de papel higiénico, así que la habitación parecía un anuncio de Scottex, solo nos faltaba un cachorro de labrador dando saltitos. Problema: la mujer tenía que volver a por los rollos. 

 

Yo estaba en shock, mi pareja también y no entendíamos nada y por algún motivo no encontrábamos la ropa porque estábamos nervioso y, además, la habíamos desperdigado por toda la habitación, así que solo encontré el sujetador y el pingüino de peluche que nos habíamos traído del Oceanografic. ¿Por qué mencionó al pingüino? Porque fue el héroe de la historia. 

Al igual que nosotros, la camarera estaba en shock y supongo que temía por su puesto de trabajo, porque la verdad, no sé hasta qué punto era normal que a las seis y media de la tarde entrara a hacer una habitación que, por otro lado, ya estaba hecha. Así que, con el sujetador y el pingüino a modo de taparrabos, me asomé por la puerta y le fui pasando los rollos mientras la señora seguía soltando su retahíla de disculpas. 

Después de aquello fuimos incapaces de seguir con el polvo, se nos habían ido todas las ganas. Nos vestimos y nos quedamos en la cama, callados, hasta que nos dio por reírnos y ya volvimos a la normalidad. 

 

En los días sucesivos no se nos olvidó poner el cartelito de marras, fuera la hora que fuera, y al pingüino (le pongo nombre a todos los peluches) lo llamamos Scottex.

 

ELE MANDARINA