Los astros se alinearon el viernes 21 de febrero y yo me quedé sin plan. Entre compromisos familiares y planes de pareja, mis amigas desaparecieron del mapa esa fecha. Debo decir que yo soy una persona muy carnavalera. Me flipa disfrazarme y aprovecho cualquier ocasión para currarme un buen maquillaje y un traje de lo más original, así que no estaba dispuesta a quedarme en casa el día de Carnaval.

Mis ojos se iluminaron cuando mi ligue de Tinder, Rober, me dijo que su grupo de amigos iba a ir a una fiesta de disfraces que organizaba un bar y que si quería, podía apuntarme. Obviamente dije que sí, porque la alternativa era quedarme en casa muerta del asco. Rober y yo llevamos quedando desde enero más o menos, y aunque no tenemos nada serio, sí que es cierto que conectamos y nos divertimos juntos. Razón de más para ir a la fiesta de disfraces con él y sus colegas.

Total, que llega el viernes y yo me pongo mi disfraz maravilloso de Ewok. A las diez de la noche quedo con todo su grupo para cenar relajadamente unas pizzas y aunque era la primera vez que me juntaba con ellos, estuve muy a gusto. Todos me cayeron fenomenal y a los pocos minutos ya estaba en mi salsa. La noche prometía.

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En el bar la cosa sólo mejoró. El ambiente era increíble y los chupitos empezaron a correr. Decidieron jugar a un juego llamado La Ruleta de Chupitos, que básicamente consiste en pedir un chupito por persona de diferentes sabores, colocarlo en una mesa redonda que gira, y beberte el que te toca. Todos tienen que tener el mismo color, por ejemplo agua, vodka, Sprite, aguardiente, etc. A las tres rondas yo ya estaba por los suelos. Estoy segura de que si voy a La Ruleta de la Suerte me toca la casilla de QUIEBRA todas las veces, y en este juego todo el fucking rato me tocaba el aguardiente. En resumen, iba como Las Grecas.

A eso de las 4 de la mañana me doy cuenta de que Rober está desaparecido. ¿Ha ido al baño? ¿Ha hecho una bomba de humo? ¿Le ha abducido un OVNI? No tenía ni idea, pero pasaban los minutos y no aparecía. Con toda la borrachera del mundo decidí dar una vuelta porque me estaba empezando a preocupar y vaya que si me lo encontré… ENROLLÁNDOSE CON OTRA TÍA.

No sabía si reír, llorar, tirarle la cerveza encima o pirarme a mi casa, pero el cuerpo me pidió guerra. Le di un toquecito en la espalda y cuando se giró le pregunté que qué cojones estaba haciendo. Vale que lo nuestro no era algo serio, pero una cosa es tener tus rolletes y otra darte el lote con una tía cuando es él quien me ha invitado a ir a esa fiesta. Y si la situación era surrealista, su respuesta fue la guinda del pastel:

“Es que como ella también va de oso, pues me confundí.”

En primer lugar, YO NO IBA DE OSO. Iba de Ewok.

En segundo lugar, ella iba de oso amoroso color rosa. ¿CÓMO ERES CAPAZ DE CONFUNDIR AMBOS DISFRACES?

Así que cogí mi orgullo, metí el resto de mi cerveza en un vaso de cartón, y me fui a mi casa.

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Moraleja de la historia: si con otra tía te quieres enrollar, una excusa de mierda no te debes inventar.

 

Anónimo