El título resume bastante lo que sucedió la otra noche, pero os voy a poner un poco en contexto. 

Habíamos ido al cine y nos habíamos estado metiendo mano en la sala con disimulo, nada muy exagerado, pero lo suficiente como para despertar el morbo y tener ganas de más cuando llegáramos a casa. 

Nada más llegar, fuimos directos a la cama mientras nos desnudábamos por el camino. Se tiró encima mío en la cama y nos besamos y comimos la boca como el que se come el mejor manjar del mundo, saboreándolo y deseando que no se acabe. 

Nos acariciamos, tocamos, provocamos y en unos minutos ya estaba montándome a 4 patas sobre la cama, y yo gimiendo como si no hubiera un mañana, mientras él me cogía de las caderas acercándome más a él, más profundo, más placentero; me agarró de las tetas y me cabalgó mientras pellizcaba suavemente mis pezones. 

Paramos un poco porque no podíamos seguir el ritmo, me tumbé boca arriba para que me hiciera un buen cunnilingus y disfruté de su lengua sobre mis pliegues y sus dedos adentrarse en mi cuerpo. 

Me puse cómoda y me dispuse a disfrutar de un buen orgasmo, relajada y centrándome en las sensaciones, hasta que empezaron a ser más intensas y me fui en un orgasmo brutal. 

Después se tumbó él y empecé a hacerle un trabajito. Primero con las manos y después lamiendo con la lengua hasta metérmela en la boca. Jugueteaba con mis manos en sus huevos mientras entraba y salía su polla de mi boca, estaba disfrutándolo y se le veía en la cara. 

No es por alardear de novio, pero es un dato relevante para explicaros la historia, la tiene bastante grande, así que siempre es un «problema» si le quiero hacer felaciones, ya que normalmente no consigo metérmela entera y es algo que me ponía mucho hacer con otras parejas. 

Así que ese día, me animé y quise hacérsela bien profunda, metiéndomela todo lo que pude en la boca, tanto que me llegó a la campanilla y me dio una pequeña arcada. Yo creyendo que controlaba la situación y viendo cómo había gemido al notar que estaba haciéndole una garganta profunda, pensé que incluso hasta ese punto, tenía morbo, así que seguí haciéndolo e intenté hacerlo aún mejor y más profundo y volvió a darme en la campanilla, pero esta vez fue peor la arcada y acabé vomitándole encima.

Él, más que morirse del asco en un primer momento, lo primero que hizo es preocuparse por cómo estaba yo. 

Yo estaba bien, pero claro, había intentado superar los límites de la física y le había dejado un buen regalito encima de la polla, así que como era de esperar, fue el anti-morbo total y se le bajó, quedándose sin final feliz. 

Ahora nos lo tomamos con humor y nos reímos de la situación, pero fue un momento muy asqueroso que no quiero que se repita, por lo que seré más precavida la próxima vez. 

 

Valkiria Z

 

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