Hace 5 años, por motivos de trabajo, me vine a vivir a Madrid. El choque no fue tan grande como pensaba aunque en ocasiones me sentía un poco como Paco Martinez Soria pero con los estilismos de Palomo Spain. He de reconocer que era una liberación poder hacer lo que me diera la gana sin andar pendiente de si la vecina del quinto me había visto comerme la boca con un tío en la entrada del portal. (Aunque bueno, las viejas del visillo existen around the world)

Tenía clarísimo lo que quería: Follarme a todo  “rabo viviente” y cero compromisos. Hacer “turismo” que decían mis colegas. Y Grinder era una p. guía de viajes.

Durante unos meses me dedique a viajar mucho y muy variado. Vamos, que podría hacer un anuncio del Benetton.

En una de mis salidas conocí a Carlos. Joder cómo estaba Carlos. ¡Cómo olia Carlos! Ay Carlos no me muerdas el cuellito… Vamos, que zumbé con Carlos. Y varias veces. Como el anuncio de las Pringles. 

Como suele pasar en este tipo de casos, cuando llevas dos meses follando con asiduidad, una de las partes se empieza a plantear cosas. En nuestro caso yo me quedé un poco “papochocho” con el y el tuvo un ataque de sincericidio:

“Bueno, es que no había surgido la conversación pero tengo pareja desde hace 3 años”.

A ver, que yo entiendo que cuando te estoy comiendo el cimbrel no surja esa conversación pero Carlos, que huevos los tuyos.

Es cierto que no podía exigirle nada, ya que como nos dijimos cientos de veces “no somos ni exclusivos ni excluyentes” y tampoco me voy a poner yo aquí de rasero de moralidad puesto que si no me tiré a ningún otro tío durante esos dos meses con Carlos fue porque no quise, no porque debiera dar explicaciones a nadie. Así que, más allá de mi derecho a pataleta, poco podía hacer.  Hice bomba de humo y desaparecí.

Así que nada, seguí haciendo “turismo” y quedé con Sergio, con el que además de follar, hablaba  sobre mil cosas.

Diré que generalmente lo hacíamos en mi casa, ya que yo vivo sólo y no me motivaba mucho eso de chiscar en casas ajenas y tener que saludar a compañeros de piso por la mañana. Sin embargo, un fin de semana Sergio me dijo que estaba sólo en su piso y allí que nos fuimos.

Acabamos, Sergio se fue a fumar un pitillo a la cocina y yo me fui a mear. En estas oigo la puerta del baño abrirse. Tras el “ay perdón, perdón” me giré para comprobar que quién estaba allí no era Sergio, sino CARLOS. Perdonaaaaaa? Y salió del baño con una cara que era un p. poema.

Me fui cagando hostias a la habitación. Me vestí y me piré. ¿Eran compañeros de piso?

A los 10 minutos recibo un whatsapp, de Carlos.

Sergio y yo somos pareja.

Vamos, que ambos se estaban poniendo los tarros mutuamente CONMIGO.

OK.

 

¡Y yo que creía que venía de un pueblo pequeño!

 

Anónimo