Follodrama: Masaje muscular que no pudo funcionar. 

 

Un sábado por la mañana, mi chico y yo fuimos a dar nuestro paseo habitual con los perretes y jugando con ellos, en una mala pisada él se lesionó el gemelo. Como pude lo ayudé a llegar a casa.

Cuando por fin llegamos y después de poner hielo un rato, doña remedios naturales, o sea yo, saqué de mi botiquín una crema de herbolario de esas que te descongestionan hasta el cerebro sólo con abrir la tapa. Una crema tipo réflex vamos, hecha a base de veneno de abeja, mentol y no sé cuántas hierbas que sirve para masajear.

Yo me pongo taquicárdica con estas cosas, pero, aunque el pobre es bastante quejica, creo que le estaba doliendo de verdad. Tenía que hacer algo por cuidar de mi chico y era urgente.

Yo conocía el efecto de esa crema y lo bien que iba para problemas musculares, lo que no conocía era el efecto secundario que causaría en nosotros. 

El masaje estaba funcionando y a medida que se le fue pasando el dolor vino el jiji jaja y en fin… que frotando frotando… pues nos fuimos calentando, ya sabéis, que acabamos enrollándonos como dos monos en primavera vamos. 

Mis manos pasaban por su espalda, sus brazos, sus hombros, su pecho, sus piernas, su culo… No estaba dejando ni un centímetro de piel sin caricias. Estaba tan cachonda que podría fundir acero con el coño y por lo apretados que tenía ya los calzoncillos deduzco que le estaba pasando lo mismo. Sin perder el tiempo, me abalancé como la fiera más salvaje de la jungla, le arranqué los calzoncillos y al lío.

Estaba tan concentrada y tan caliente que no supe apreciar que los ruidos de “¡ay, ay! ”que estaba haciendo no eran de placer precisamente, hasta que empezó a gritar “¡quema, quema!” Miré para abajo y vi que aquello estaba  más rojo que el último pintalabios rouge velvet de Chanel. Saltó de la cama como si nunca se hubiese lesionado la pierna y gritando como un loco agarrándose la entrepierna. Me encontraba petrificada ante tal escena y no sabía muy bien que hacer, hasta que vi en la mesilla el vaso de agua y decidí lanzárselo a la polla, como si estuviera apagando un incendio. El grito de dolor seguramente lo habrán escuchado hasta en la ópera de Sidney.

Por un momento juraría que lo llegue a ver palpitar, mi rápida reacción ninja me llevó a abanicarlo con una almohada, al parecer sentía algo de alivio, pero tenía una pinta un poco horrible. Pasamos 10 minutos llenos de mentol y grasa de la crema, en bolas y yo abanicando con la fuerza de una pecadora en la misa de domingo. 

Intentamos quitar los restos de la crema con papel antes de que pudiera ducharse y así evitar el bochorno de ir a urgencias con eso que parecía un fatídico inicio de lepra. Por suerte con la ducha y crema de pañal fue todo volviendo a su forma humana y no se cayó a pedazos. 

No hizo falta ir a urgencias, fue sólo una reacción rápida e intensa, sin traumas ni lesiones permanentes así que no tardamos mucho en volver a la carga (guiño, guiño).

Pero ya sabéis, si estáis dándoos masajes y la habitación huele como un bosque de eucalipto por la crema que estáis usando, mejor dejad los jueguecitos eróticos para después de lavaros.

Cristina Traeger