Hace un par de años fui a pasar las Navidades a un resort de montaña donde trabajaba una amiga mía. Una noche nos quedamos en el bar hasta el cierre y solo quedábamos nosotras y un grupo de chicos que habíamos visto por el resort pero con los que apenas habíamos hablado. Uno de ellos se puso a mi lado y empezamos a charlar. El chaval era majo y sacaba conversación, aunque con lo borracha que iba cualquiera me caía bien. En un momento me confesó que le había gustado desde hacía tiempo y que podríamos vernos a solas para…en fin ya sabemos todas para qué JAJA. No me pareció mala idea así que nos quedamos en el bar hasta que todos decidieron irse pero nos íbamos diciendo cosas cachondillas al oído y disimulando en frente de todos. En una de estas me soltó: “Prepárate porque voy a hacer que tengas calambres en los dedos de los pies” (Dios, es que todavía me río cuando lo repito). Yo en esa época no había tenido nunca un orgasmo ni por penetración ni tocándome otra persona (muchos bloqueos e inseguridades) con lo cual pensé que a lo mejor éste iba a ser el empotrador definitivo, el encargado de hacerme conocer el verdadero placer. 

Mi amiga nos dejó su casa porque ella trabajaba en el turno de noche así que nos fuimos para allá y nos pusimos manos a la obra. Lo primero que me sorprendió es que no quiso ni que le tocara ni que se la comiera, no recuerdo la excusa que me puso pero sí que quería ir directo al grano y claro…Yo estaba seca como un calcetín. Bueno, pues yo imaginando que eso iba a ser el polvo de mi vida y que aunque no hubiera preliminares iba a gozar lo más grande, me puse encima de él y en literalmente 3 mete-saca se corrió. Ojo, respeto máximo a la eyaculación precoz que es una realidad para muchos hombres pero evidentemente me quedé blanca. Me dijo que había sido porque llevaba deseando ese momento desde que me conoció meses atrás y las ganas le pudieron pero mira, yo qué sé…En ese momento no supe qué hacer, pensé que a lo mejor haría algo para que yo me corriera pero el chaval fue al baño, se lavó y volvió a la cama dispuesto a dormirse, así que le pregunté si habíamos acabado ahí y aunque parezca broma me preguntó: “Ah, ¿pero tú no te has corrido?” 

CUANDO QUERÍAS QUE ME CORRIERA, ¿MI VIDA? Estaba flipando. Lo único que quería era el dichoso calambre en los dedos de los pies, joder. ¿DÓNDE ESTABA MI CALAMBRE? Me sentía estafada. Se durmió en menos de 3 minutos y empezó a roncar de una forma descomunal así que entre eso y el cabreo que llevaba encima, le desperté y le dije que se largara. Sí, lo admito, estaba despechadísima. Me duché y me fui al curro de mi amiga a contarle el drama y entre las dos conseguimos quitarle hierro al asunto y acabé incluso echándome unas risas. 

Además del momento bochornoso en sí, esa noche me hizo darme cuenta de que llevaba años teniendo sexo por tenerlo, porque era “lo normal” estando soltera y la verdad que me  sentí como un agujero con el que darle placer a un tío y ya. Me di cuenta de que realmente yo nunca había priorizado mi placer en el sexo y desde ahí empecé a valorarme y aprender a elegir cuándo, cómo y con quién me acuesto, que parece algo muy obvio pero no siempre lo es en la práctica. 

Por favor, decidme si alguna ha sentido el maldito calambre en los pies para al menos saber que existen!!!!!

 

Anónimo

 

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