Pues resulta que estaba por la capital para una boda y no se le ocurre mejor idea a los novios que hacer preboda la noche anterior (ERROR: ya os lo digo que perdéis algún invitado por el camino). Pero la cuestión es que salimos de marcha por Malasaña y de entre todos los posibles especímenes, estaba él. Ese tipo de hombre híper cachondo que nada más verlo se te ponen los pezones como el cerrojo de un penal. Una belleza exagerada donde el movimiento se ralentiza y salen estrellas de colores de las paredes, palomitas del suelo y un sifón de tu coño porque empiezas a chorrear como un grifo viejo.

Era alto, fuerte, con barba (ni corta ni descuidada), pelo lacio con mini coleta, camisa hawaiana por la que salían un par de pelitos y unos ojos azules que quedarían de vicio entre mis piernas. He de reconocer que no era mi mejor noche ni de lejos. No me preguntéis por qué pero llevaba un ajo en el bolso, schoko bombs en los bolsillos y el pelo sucio pero yo me sentía bellísima como Jennifer López bailando pole dance. Salida, borracha y viviendo al límite. La historia de mi vida.

La cuestión es que me puse a bailar rollo Dirty Dancing pero versión mongola y me caí al suelo. Con la buena suerte que el cachondón por excelencia estaba al lado y me dio la mano para levantarme. Pero amiga, una vez cogida su mano, no había escapatoria posible. Así que le abracé y le di las gracias.

– Ay, muchas gracias

– No te preocupes mujer

– Eres mi ángel, me has salvado

– Bueno, todo un honor. ¿Te apetece beber algo?

– (Leche de tu palo) Vale, muchas gracias

A la media copa ya estábamos comiéndonos la boca como animales salvajes. Él me preguntó si quería irme a su casa y por supuesto yo acepté. Así que una vez en el coche y tras poner un par de canciones me quedé sopa como la bella durmiente porque estaba reventada. Al cabo de un tiempo indeterminado él me despertó y yo sentí como si me hubiera levantado de un coma. Oye qué buena siesta. Estaba súper revitalizada.

Y ya en su piso, con un giro dramático de guión, su polla acabó en mi boca. Y amigas, qué portento, aquello era un gaseoducto ucraniano. Tenía las venas del rabo como la soga de un pozo. Oh señor, gracias por escuchar mis plegarias. Glory, glory, hallelujah!! Luego le tocó el turno de bajar al pilón a él. Qué maravilla, qué lengua. Se escuchaba como un San Bernardo bebiendo agua de un cubo metálico. Y unos meneos follando, una flexibilidad, unas posturas imposibles que yo me dije «Julieta, tú mañana irás en andador, pero habrá valido la pena».

La boda era a las 15:00, y salía el autobús a las 13:30. Pero antes tenía que pasar por el airbnb para recoger la maleta porque después de la boda me iba en tren a casa de mi hermano. Así que puse la alarma a las 10:00 para ir con tiempo de sobra.

El chico se levantó un poco antes para ir a trabajar y me dijo que me quedase durmiendo si quisiera o le esperase para la noche pero le expliqué que no podía porque me iba a una boda, pero que me dijera cuál era la parada de metro más cercana a su casa para ir mirando en google maps. A lo que me responde.

– ¿Metro? ¿Pero si en Toledo no hay metro?

 

WHAT?????????????????????????????????????

Que al parecer el pavo en el coche me había dicho que vivía en Toledo y que si había algún problema y yo le contesté cantando «desátame o apriétame más fuerte». ¿Pero por qué me castigas así, diosito, por qué? Para un polvo de película que me pego, me desplazas a 70 kilómetros??? Que yo al salir del coche pensé que estaba por San Blas, no en Toledo joder. Y como él no podía llevarme, al menos me acercó a la estación de autobuses de Toledo.

Os hago un recordatorio. Yo iba con un vestido negro de gasa de la noche anterior, tacones e iba casi sin dormir, con el maquillaje corrido, que parecía la dama de la muerte puesta de crack. Me subí al autobús y una madre le dijo al hijo «Pablito, no mires, mira para otro lado». Oyeeeeeeeeee, madre mía Rosalía bájale, ramera mayor del reino en Toledo. Y todavía una hora para llegar a Madrid, no me lo podía creer. Y tenía que pasar por el apartamento de airbnb para coger la maleta y ya se me iba a pasar el check out.

Una vez en Madrid pedí un cabify. El conductor no paraba de hacerme preguntas de si aguas, las ventanas, el aire, la música… Y ahí estaba yo, sin dormir, con dolor de piernas, estómago, cabeza, huyendo de Toledo y aguantando al chapas del Cabify. El karma se estaba vengando de mí muy vilmente. Llegué al apartamento de airbnb a las 12:00 y las señoras de la limpieza ya estaban comenzando a limpiar.  Pero entonces me fijé en la sartén con macarrones que había hecho la tarde anterior y estaban todavía ahí, mojados en tomate frito, incitándome, y yo con hambre nivel 5 campos de fútbol. No pude evitarlo y me puse a comer directamente de la sartén hasta que me los acabé.

Fui a la boda de milagro. Llegué con el vestido nuevo pero con pelos de Helena Bonham Carter. Me pasé toda la boda con gafas de sol durmiéndome por las esquinas. Así que amigas, siempre que os vayáis a chingar a casa ajena y tengáis una boda al día siguiente, no os olvidéis que sea en la misma provincia.

 

Autora: La Julieta del Tinder

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