Queridas chochos:

Aquí me tenéis una vez más, el chico de las poesías navarricas, vuestro fiel admirador. También conocido como experto follador de heteros, que justo este episodio de mi vida va justo de eso.

Sigo sin entender porque existen los hombres homosexuales que en lugar de vivir su gaycismo con orgullo prefieren pasar una vida entera siendo infelices, haciendo infelices a las personas que los rodean y tapando con capas y capas de mentira todo lo que tienen guardado dentro. Pero bueno queridas, no voy a ponerme intenso, que vengo a contaros algo digno de enmarcar porque es tan sórdido que aún no sé cómo no me ha matado ya alguien y estoy ardiendo en la infierno de las personas malas.

Pues nada, estaba yo dando una vuelta por Grindr en busca de Popper. No sé si sabéis lo que es, es una ‘semi-droga’ del mundo homosexual, lo llamo semi porque es como en la leche, una droga que no mata. Quiero decir, ninguna droga es buena, por supuesto, pero mejor beber semidesnatado que entero. El popper es una droga abre anos, es un frasquito pequeño que huele muy fuerte, como a gasolina, a pegamento o a pintauñas. En España se considera ‘alegal’ y en Inglaterra de hecho la venden en los estancos, o sea, es algo muy light. La cosa es que tú abres el botecito, te lo pegas a un orificio de la nariz y hueles con fuerza, el efecto es que te sube la sangre al cerebro durante 15 segundos y flipas en colores, pero son eso: quince segundos. Efecto secundario: te abre el ano que la cueva de las mil maravillas.

El caso es que yo encima lo pillo para mis amigas heteras, que les maravilla salir de fiesta y darle tres o cuatro veces en los momentos cumbre de la noche. Pero bueno, a lo que vamos, allá que estaba yo en Grindr buscando a alguien que ‘vendiera aromas’, para empezar con el trapicheo, cuando me encuentro a un perfil que pone justo eso cerca de casa, que no tiene foto y que indica que tiene 45 años. Pues nada, le abro conversación y tenemos el típico encuentro cliente-camello. Todo normal, me dice donde vive, me indica que me tengo que desplazar yo, el precio y hasta ahí todo bien.

La cosa es cuando ya hemos terminado de hablar de negocios me pregunta:

-¿Tú entiendes? 

-¿Que si entiendo de qué?

-Pues entender, de entender. 

-No te estoy pillando.

-Que si eres gay. 

-No, qué va, soy un hombre hetero, que está Grindr, para pillar la droga de los maricones porque es mi pasatiempo favorito, no te jode. 

-Ah vale.

——– Aquí se podría haber acabado la conversación, pero el que es abejorro rey no se puede resistir a un poco de miel ——-

-¿Por qué preguntas?

– Porque me gusta comer pollas. 

-Wow, qué giro de conversación tan interesante. 

-Pero solo como pollas, no quiero besos, ni penetraciones, ni conversación, ni nada. Solo me gusta comer pollas. 

-Pues hijo, te pierdes toda la diversión. 

-Si eres discreto, te regalo el popper. 

-¿Droga gratis + comida de polla sin preocupaciones? Dónde hay que firmar. 

-Me reitero en lo de la discreción. 

-Vale, esta tarde voy a la dirección que me has pasado. 

¿Olía mal todo aquello? Sí. ¿Fui igualmente? Evidentemente. 

Pues nada, allá que llego a la casa del señor y me abre un hombre que atractivo, lo que es atractivo no era. Tenía más bien poco pelo, barriga cervecera de embarazado y gafas del año 1985. Me abre la puerta, se asoma para comprobar que nadie lo mira, me agarra del brazo, me mete dentro, yo flipo en colores. Me quedo apoyado en el marco de la puerta, me señala el paquete, me pregunta un escueto ‘¿puedo?‘ le digo que adelante, empieza a comerme la polla con devoción, me cuesta empalmarme al principio, luego ya empiezo a disfrutar muchísimo  porque de verdad devoraba con alevosía, me corro en su boca, se traga mi corrida, se levanta como si nada y me dice ‘espera aquí‘.

Yo flipo, hago el amago de esperar, pero no puedo, avanzo un poco por el pasillo hasta que veo un mueble en el que sale el caballero, con la que supongo que es su esposa y dos chavales pequeños, de unos 8/10 años. Sale, le pregunto que si es su familia, me dice super enfadado que me había pedido discreción, le digo que no se preocupe, me da la botellita del popper y me voy de allí.

Literalmente no hablamos de absolutamente nada. Después de ese día me ha escrito como tres veces preguntándome si necesitaba más, yo le dije que no, -porque aunque no lo creáis uno tiene unos poquitos de principios-, él me dijo que aunque no necesitara aromas podíamos quedar a que me la comiera, le dije que se la comiera su esposa y me bloqueó.

Sé que igual es pensamiento de enfermo, pero cada vez que me acuerdo se me ocurre preguntarme cuántos hombres (y mujeres, pero todos sabemos lo que hay aquí) llevan una doble vida así. Casados, con hijos y comiendo pollas a jovencitos a cambio de droga. Es que es lo típico que ves en una película y piensas ‘hala, como se le ha ido aquí la olla al guionista’, pues no queridas, la realidad supera a la ficción, siempre.