Me dijeron que siendo madre tan pronto estaba desaprovechando mi juventud, pero se equivocaban

 

Hace más de diez años que decidí que sería madre muy joven, y cada día que pasa sigo pensando que fue una buenísima opción. De hecho, a mí no me gustaría ser madre ahora, con la edad en la que muchas mujeres se plantean que es el mejor momento. No digo que sea la única buena elección, solamente que en mi caso sí que lo fue y os cuento las ventajas.

Tenía 22 años cuando me quedé embarazada de mi primera hija. Fue un embarazo muy deseado y buscado, también meditado. De hecho, me costó bastante aguantar a que llegara el momento que mi pareja y yo consideramos más adecuado. Vivíamos juntos desde hacía tiempo, él tenía un trabajo estable y yo estaba terminando la universidad. Esperamos precisamente a que estuviese cursando el último año de carrera para empezar la búsqueda, y el positivo no tardó en llegar. 

Casi todo el mundo se alegró de la noticia porque yo estaba feliz, pero también se compadecían porque según ellos estaba echando a perder mi juventud. No voy a negar que fue duro, porque la maternidad lo es; sin embargo, no me resultó peor de lo que esperaba. Quizás tuve la suerte de haberme creado unas expectativas bastante ajustadas a la realidad. Hoy puedo afirmar que no me arrepiento, y no solamente por el amor tan grande y obvio que siento por mis hijos, sino porque ahora estoy disfrutando mucho de la juventud que me dijeron que había malgastado.

Aunque, ¿alguien sabría decirme exactamente qué es “aprovechar la juventud”? Yo he supuesto que se refieren a salir de fiesta casi a diario, relacionarse con gente nueva, viajar muchísimo, autorrealizarse trabajando a tope sin otras preocupaciones, emanciparse verdaderamente independiente o poder equivocarse sin grandes responsabilidades. Pero tampoco lo tengo claro del todo, la verdad. Obviamente, yo entre los 20 y los 30 años no hice nada de eso; sin embargo, estaba viviendo otras cosas que me apetecían más. ¡Y las viví a tope! 

Fue una experiencia preciosa el último curso de carrera con mi bebé dentro, a pesar de que las hormonas hacían estragos en mi memoria y concentración. En mi agenda se mezclaban las fechas de entrega de trabajos con las visitas médicas para controlar el crecimiento de mi bebé. Pude dedicarme en cuerpo y alma a ella cuando nació, sin presiones, y no cambio por el mejor puesto de trabajo del mundo nuestras mañanas solas juntas, viéndonos crecer, porque ambas nos estábamos desarrollando. 

Es cierto que me frenó bastante en el tema laboral, aunque esos años fueron igualmente horribles en ese aspecto para casi todos los de mi promoción. Yo, siempre estaré agradecida por las condiciones laborales de mi pareja, pude invertir esos años de inestabilidad en criar a mis hijos estando siempre presente, como yo quería y necesitaba. (Ojo, entiendo perfectamente que otras mujeres tengan otras prioridades y opciones igualmente válidas).

No viajaba, no salía de fiesta, perdí “amistades” por estar en diferentes momentos vitales, me costaba relacionarme con los padres y madres del cole porque eran bastante mayores que yo… No niego que a veces me resultaba pesado, pero supongo que el no estar más quemada me hacía afrontar los retos de la maternidad con más positividad y energía. 

Acabo de cumplir 35 años, ahora es cuando la gente de mi entorno empieza a tener bebés, y los míos son prácticamente autónomos, menos niños y más adolescentes. Yo sigo pensando que no he echado en falta nada de eso que decían que me estaba perdiendo, y es que simplemente he cambiado el orden. Bueno, y también me he divorciado. Ahora puedo viajar, ahora estoy saliendo a divertirme muchísimo, cada vez que tengo un hueco, ¡nunca había bailado tantísimo en vida!, he conocido a tanta gente nueva en tantos ámbitos que he perdido la cuenta, voy a conciertos, he probado experiencias que jamás me hubiese atrevido a hacer con la inmadurez de los 20 y aprecio mi tiempo en soledad. Además, creo que es reseñable que ahora amo, respeto y cuido mi cuerpo y mi mente muchísimo más que antes. Disfruto, y exijo, mi tiempo para mí, con la confianza y la seguridad que me aporta la edad y la experiencia. Puedo “perder la cabeza” con la tranquilidad de que siempre llevo la responsabilidad bien arraigada. Soy lo suficientemente joven para poder gozar plenamente de todas esas cosas, pero también lo suficientemente adulta para sortear las partes negativas. Aunque reconozco que a veces las resacas son durillas.

Encima, ahora que mis hijos están entrando en la complicada adolescencia, agradezco recordar todavía la mía. Si la diferencia generacional que existe entre nosotros se me hace grande a veces, no me quiero imaginar si nos separase otra generación más. Me sigo sintiendo muy joven, porque lo soy, con la suficiente energía para afrontar las necesidades actuales de mis hijos (pero no me veo capaz ahora de enfrentarme a las exigencias de un bebé). 

Quizás dentro de otros 10 años opino diferente, pero actualmente sigo pensando que todas esas personas que creyeron que estaba desperdiciando mi juventud teniendo hijos tan pronto y que lo lamentaría, se equivocaban. Fue el momento perfecto para mí (si es que existe el momento ideal para ser madre, que yo creo que no), y no puedo arrepentirme.

 

AROH