Hace unas semanas tuve una charla con una endocrina que me hizo perder la fe en la humanidad. Estábamos hablando sobre sanidad en un bar rodeadas de otros amigos cuando empezó a hacer comentarios REPULSIVOS sobre sus pacientes. Resumiendo, me contó que el 99% estaban gordos por comer mucho, que vaya asco le daban algunos pacientes y que estaba harta de tratar a gente que no hacía nada por su salud. Esto me hizo plantearme dos cosas:

  1. ¿Para qué narices te especializas en endocrinología si te dan asco los gordos y un gran porcentaje de tus pacientes va a tener problemas de peso?
  2. Si el 99% de tus pacientes están gordos por comer, por qué no empiezas a preguntarte POR QUÉ comen en vez de culparles y hacerles sentir mal consigo mismos.

No creo que esa muchacha me lea porque sus neuronas colapsarían al entrar en una página como esta, pero tal vez puedo ayudar a profesionales que trabajan con personas con sobrepeso y obesidad o a personas que comen mucho, pero no por hambre fisiológico sino por “hambre emocional”.

¿Qué es el hambre emocional?

El hambre fisiológico es, básicamente, lo que sientes cuando te rugen las tripas en el trabajo o en clase porque llevas bastante sin comer. Llegas a casa, comes cualquier cosa (da igual si es una ensalada, un puré de patata o un cocido madrileño) y ya estás saciada. Fin.

En cambio, el hambre emocional no aparece cuando llevas un rato sin comer. Surge repentinamente con un deseo voraz de llevarte a la boca algo en concreto, y normalmente son alimentos bastante malos (azúcar refinado y grasas trans). Además cuando experimentamos este tipo de hambre solemos comer a solas. Si comes un poquito, quieres más, lo que te motiva a seguir comiendo hasta que te duele la tripa.

¿Y por qué comemos si no tenemos hambre?

Porque no sólo asociamos la comida con la sensación de plenitud fisiológica, sino que también tiene una estrecha relación con muchos sentimientos. Los alimentos azucarados o con grasas trans son capaces de activar ciertos circuitos cerebrales relacionados con el placer. Eso hace que recurramos a ellos cuando estamos estresados, ansiosos o tristes, actuando como un “ansiolítico” o “antidepresivo” natural que ni calma ni anima NADA. O, mejor dicho, te provoca un subidón en el momento, pero a largo plazo perjudica tu salud mental y física.

Muchas personas describen esta sensación de hambre emocional como si tuviesen un vacío que necesitan llenar. Normalmente reconocen que experimentan emociones como estrés, ansiedad, tristeza, soledad…, pero no son capaces de identificarlas así que comen para “acallar la conciencia” y pensar en la comida en vez de en el malestar psicológico.

Otra característica del hambre emocional es que después del atracón llega la culpabilidad. ¿Por qué? Pues porque la causa del malestar psicológico sigue ahí.

¿Y qué debo hacer si tengo hambre emocional?

Sin desprestigiar el gran trabajo de muchos endocrinos y nutricionistas, necesitas un psicólogo especializado en Trastornos del comportamiento alimentario. Es posible que padezcas un Trastorno por atracón o que simplemente tengas predisposición a experimentar hambre emocional, y como ambos problemas tienen una base psicológica, es un psicólogo el que te puede ayudar.

A medida que vayas resolviendo los problemas que originan el hambre emocional, debes trabajar hábitos saludables y en eso sí que te puede ayudar un nutricionista. ¿Cómo? Elaborando un menú razonable y no restrictivo, encontrando un deporte que te guste (ya sea el senderismo, el yoga o montar en bici…), aprendiendo a distinguir la comida más nutritiva de la que no lo es tanto, etc.

También es importante descartar problemas endocrinos o físicos asociados al sobrepeso. Normalmente no hay una causa única, sino que diferentes factores interactúan e influyen en el peso y la salud.

Como veis, esto no es un concurso de a ver quién la tiene más grande, porque psicólogos, nutricionistas y endocrinos debemos trabajar conjuntamente con un mismo fin: la salud física y psicológica de nuestros pacientes.

Autora: Marina Pinilla, psicóloga  especializada en Psicología de la Salud e Intervención en Trastornos Mentales y del Comportamiento.

Redes sociales: @ManriMandarina

Nota: el hambre emocional afecta a personas gordas y delgadas por igual. Es algo relacionado con nuestra mente y no con nuestro físico. Sin embargo, a la sociedad parece molestarle más ver a una persona con sobrepeso u obesidad comiendo comida basura. ¿Por qué? Tal vez deberíamos cambiar los «te lo digo por salud» por «te lo digo por gordofobia interiorizada».