Y lo has vuelto a hacer. Has vuelto a aparecer.

Justo cuando el proceso de recuperación estaba finalizando. Cuando por fin dejaba de pensarte cada día y de buscarte cada noche. Justo en ese momento en el que podía volver a escuchar las canciones que me recuerdan a ti sin dolor. Lo has vuelto a hacer. Has vuelto a aparecer.

Y lo has hecho de la manera más sutil, como tú sólo sabes hacerlo. Una simple llamada te ha bastado. Bueno, dos en esta ocasión. La primera para inventarte una excusa y la segunda para aclararme que en el fondo, sólo querías hablar conmigo. Y ya está todo hecho. No has necesitado más. Se han vuelto a remover mis entrañas y a dibujar esa sonrisa estúpida en mi cara. Vuelves a inundar mis pensamientos. Y yo, como una imbécil, te dejo vía libre una vez más. Y es que lo has vuelto a hacer. Has vuelto a aparecer.

Y lo peor de todo es que no puedo culparte. Porque si de buscar culpables se trata, no hay mayor culpable que yo. Las normas del juego quedaron claras desde el principio. Todas las cartas sobre la mesa y una decisión por tomar. Jugamos. Esa fue la nuestra. Y ahora, no puedo cambiar las normas. Sólo me queda dejar de jugar. Pero no puedo. Mentira. No quiero. Y eso es culpa mía, no tuya. Tú juegas según las normas, y yo, pretendo darle la vuelta al juego y hacer trampas.

Y sé que no es justo. Ni para ti, ni mucho menos para mí. Porque intento engañarnos a los dos. Hacernos creer que todo está bien. Que no necesito saber más de ti. Sabotearme cuando me apetece llamarte o escribirte. No decirte que me muero de ganas de hacer planes contigo. Que  te echo de menos. Que no necesito volver a tenerte. Y me callo y sonrío. Porque es que joder. Lo has vuelto a hacer. Has vuelto a aparecer.

Y es que yo no tenía previsto querer cambiar las normas del juego. Pero cuando se trata de sentir, la razón no tiene cabida. Y aquí estoy, intentando controlar sentimientos que no me esperaba. Necesidades que no quería tener. Frustraciones que no me aportan nada. Pensamientos que no deberían existir. Y tengo que pararlo. No sé cómo, pero tengo que hacerlo. Y no es por ti, es por mí.

Necesito recuperarme a mí misma.  Volver a ser mi única prioridad. Necesito curarme. Y para eso, tengo que dejar de jugar. Me toca perder. Te tengo que dejar marchar. Porque sé que no jugarás al mismo juego que yo. No esta vez. Porque mis cartas han cambiado. Mis condiciones han cambiado. Pero no las tuyas.

Y respeto que no quieras cambiar las normas del juego. Porque ese no era el trato. Una vez empezada la partida, sólo se pueden cambiar las normas si todos los participantes están de acuerdo. Pero no es el caso. Y no puedo enfadarme contigo. Porque nunca me has mentido. Yo sabía a lo que jugaba. Pero no he podido evitarlo, he caído. Y ahora tengo que hacer la jugada final. Jaque mate al rey. O a la reina en este caso. Porque la que pierde en esta ocasión, soy yo.

Por eso ¿Por qué lo has vuelto a hacer? ¿Por qué has vuelto a aparecer?