Es extraño volver a un lugar donde comienzan tus raíces cuando hace tiempo que no las sientes o las dabas por perdidas. Porque es enfrentarte a las bases de tu vida, donde estabas tú para dar forma al molde que sería yo hoy.

La vida a veces te pone en un segundo en el punto de partida. El reloj deja de tocar las horas, se detiene el tiempo y te invade la tristeza de ponerte sola frente a tus traumas.

Yo dejé de creer en los «para siempre» desde que se me rompió el tuyo. Tuvimos miedo de demostrarnos amor. Y el amor tal vez es eso que no decimos, que hacemos, que no podemos explicar pero nos nace, porque sí, porque no podemos evitarlo, porque amamos.

Viene a mi memoria el esplendor de los recuerdos infantiles. Los viajes a Portugal, cómo siempre me llevabas a caballito o el helado más grande del mundo. Por ti reconocí mi fortaleza por un lado y mi delicadeza por otro. Por ti aprendí a ser humilde y reconocer mis errores. De ti me queda el hacha de guerra en la mirada.

Seguramente no nos entendíamos. Quizás porque me parezco más a ti de lo que me gustaría reconocer.  Hace tiempo que dejamos de compartir fotos en el álbum. Pero al final de este baile sólo puedo recordar cuando me cogías en volandas con la fuerza de un gigante, me abrazabas cuando tenía miedo, me dabas un beso de buenas noches y me decías que el mundo era un lugar seguro. Las cosas que no sabías que eran la felicidad, sí que lo eran.

Hace tres días la vida me llevó de nuevo al punto de partida. A ese lugar donde se construyen los sentimientos y el amor es puro. Una parte de mí se rompe y se va para siempre contigo y otra se queda. Ojalá que si te busco en el otro mundo te encuentre buscándome. Hoy esa niña es la que te dará un beso de buenas noches, te mirará con unos ojos que son los tuyos y te dirá que el mundo será un lugar seguro. Y veré tu cara en la cara de la luna. Hasta siempre papá.

@LuciaLodermann

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