Sin importar la edad que tengamos, siempre recordaremos muchas de las cosas que ocurrieron en nuestra infancia. Desde aquello que nos marcó de por vida hasta esos momentos de los que actualmente nos arrepentimos. Sentimos vergüenza por cómo actuamos con otras personas, cosas que les dijimos a viejas amistades más nunca nos hemos planteado cómo nos tratábamos a nosotras mismas.

Si recuerdas tu pasado, ¿también recuerdas cómo te tratabas a ti misma? ¿Qué sentías cuando te mirabas al espejo y lo que pensabas de ti misma en ese momento? Siempre recordaremos aquellos actos que nos hicieron sentir vergüenza con otras personas pero no nos tomamos el tiempo para pensar en nosotras mismas.

Hace unos días, me entretuve mirando viejas fotos de mi adolescencia y no podía sentir nada más que compasión con esa niña que fui ya que, por primera vez, me vi hermosa. Desde muy niña he tenido grandes complejos con mi aspecto físico, en parte creo que ha sido por haber sufrido bullying desde muy temprana edad y en parte por los estándares sociales. Cuando me miraba al espejo, me veía con sobrepeso y me sentía la más fea de todas, me sentía como el patito feo de mi clase y nunca creí estar al nivel de las «chicas guapas y populares» del colegio. Ahora, luego de tantos años de trabajo personal, veo mis fotos y solo me dan ganas de llorar. Siento impotencia y compasión porque esa niña creció creyendo que era una abominación cuando realmente era uno de los diamantes más hermosos que podían existir.

Me di cuenta de la belleza que siempre he sido y de cómo me dejé oprimir por la opinión de los demás, a veces influenciada por mis compañeros de clase o los estándares sociales y otras por mi propia familia. Al ver mis fotos, me doy cuenta de que nunca tuve sobrepeso durante mi adolescencia y que simplemente era una chica de contextura gruesa. Una vez que tuve mi primera menstruación, al rededor de los  años, mi cuerpo dio un cambio muy drástico, teniendo tetas a los 12 años como si tuviese 15 y teniendo que aguantar el bullying de mis compañeros diciendo que yo siempre rellenaba mi sujetador cuando la verdad era que me había desarrollado a temprana edad.

Actualmente, con 22 años de edad, me he dado cuenta de que toda mi vida he maltratado a mi niña interna una y otra vez. La he herido, la he quebrado hasta no poder más y por ello nunca he sentido vergüenza. No me había planteado hasta ahora que todos esos problemas que siempre he tenido, surgen de ahí, de todo ese auto-flagelo e incluso odio que lancé directo a esa niña indefensa.

Hoy en día puedo verme al espejo y decir «Soy una mujer hermosa» y todo eso es gracias a esa niña que una vez fui. Todo lo logré una vez que hice las paces con ella. Si, suena raro, lo sé, pero te aseguro que mientras más te vas adentrando en ti misma y en amarte, descubres que realmente te compones de todos los trozos de esa niña que fuiste y que aún habita dentro de ti.

Si necesitan una mayor referencia, recuerden la historia del Patito Feo. Creo que muchas nos hemos sentido así en demasiadas ocasiones y, a a su vez, olvidamos el hermoso Cisne en el que nuestro amado patito se transforma al final de la historia.

 

La vida siempre nos va a poner en el camino situaciones complicadas pero, adivinen qué, esas son las situaciones que nos hacen las maravillosas que somos actualmente.

¡¡ERES HERMOSA!! Te lo digo por si alguien debía recordártelo en el día de hoy

 

Con mucho cariño,

Patricia. A. García