Ya no puedo más, de verdad lo digo, ¡qué paren el mundo que yo me bajo! Esto ha llegado demasiado lejos. Y no, no me he vuelto loca, tan solo empiezo a ser consciente del circo en el que los adultos hemos convertido cualquier nimiedad que afecte a nuestros hijos.

Si hace tan solo unos días os hablaba de las dichosas Primeras Comuniones, hoy vengo a soltar sapos y culebras sobre las graduaciones. Que vosotras me preguntaréis que a ver qué tiene de malo celebrar que un hijo se gradúa, pero es que actualmente montamos el jolgorio en absolutamente todas las etapas educativas de los niños. Y a mí que me disculpen, pero esto se nos va de las manos.

Porque yo recuerdo perfectamente cuando una amiga hace unos años me enseñó unas fotillos de su retoño de apenas 3 añitos con su birrete hecho de cartulina y su sonrisa fantástica. Era la imagen más adorable del planeta Tierra, y era eso, una fotografía. Pero es que pasados unos meses desde que se impusiera esta nueva moda de bandas y diplomas he llegado a leer y escuchar auténticas barbaridades por parte de algunos padres. Y ahí voy.

‘Mi hijo tiene su fiesta de graduación este viernes y yo todavía no sé qué conjunto de ropa ponerme… SOS SOS.’

‘Bueno, pues todo dependerá del nivel de la graduación, ¿termina el instituto o la universidad?’

‘Noooo… se gradúa en infantil, el año que viene ya está en primero de Eduación Primaria mi sol.’

Libertad absoluta de cada persona de vestirse como le de la gana, pero a mí si me lanzas esa pregunta seriamente te diré que con unos vaqueros y una camiseta mona irás de infarto. ¿Pero qué quieres, hija mía? Vas a estar en una sala a reventar de niños de seis años con sus respectivos padres, que ni muchos de los peques saben siquiera qué está pasando allí y tú todavía te planteas qué tipo de modelito lucir…

Esta claro que este es un ejemplo de que estas gaitas las organizamos por y para nosotros, los papás. Que a nuestros hijos con tener una fiesta de fin de curso al uso les llega, pero los padres estamos deseando sentirnos orgullosos, y si podemos ver a un retoño de tres años diploma en mano (aunque sea escrito a ceras Cariocca) pues mejor que mejor. Es lo que nos llena, que cumplan etapas (como en el Tour) pero que además nosotros podamos darnos golpes de pecho por ello.

Empezamos con pequeños actos a puerta cerrada, donde alumnos y maestras celebran el fin de una época bonita y poco a poco pasamos a montar el fiestón porque los niños el año que viene ya no son de infantil. En mis tiempos te decían aquello de ‘eyyy, ¡qué el próximo curso ya eres de los mayores!‘ te daban un golpecito en la espalda y arreando para la piscina. Pero aquello parece saber a poco para los padres de hoy en día.

bebé de graduación

No tengo yo muy claro si la tradición de las graduaciones infantiles es cosa de una nueva oleada de maestros sumamente implicados en que los pequeños sepan lo que les toca en el futuro, o bien de todo en general. Pero vivo con la firme sensación de que flaco favor se les está haciendo a los niños con toda esta pantomima. Primero, porque se está celebrando una ocasión que en todo caso debería ser algo corriente, y segundo, porque desde bien pequeños les estamos haciendo partícipes de esa sociedad del título (tutilitis) donde no eres nadie si no lo demuestras al resto.

En resumen, educamos niños que crecerán año tras año tomando la época escolar como una carrera de fondo y no como la etapa dorada y feliz que todos tuvimos antaño. Y a mayores de todo esto, intentamos reforzar su autoestima con fiestas y eventos que poco o nada tienen que ver con ellos.

Y ya he llegado yo para romper todo esa magia que muchas respirabais ante la graduación de vuestros churumbeles, y lo siento. Pero pensadlo, ellos serán felices igualmente, aunque no tengan birrete ni aplauso emotivo. Tras todo un curso de clases y actividades, el mejor regalo que podemos hacerles es disfrutar con ellos al máximo de las vacaciones.

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