Hoy os vengo a contar algo que ocurre en las grandes ciudades cuando te mueves en círculos muy pequeños con los mismos intereses artísticos o dentro de un núcleo social bastante reducido.

Nunca me he considerado una de esas personas que fingen para caer bien o que tienen conversaciones por interés pero hubo una época de mi vida en que me convertí en lo que más temía. Una puta falsa de mierda.

Fue hace unos años. Vi que empezaba a tener inquietudes dispares a mi grupo habitual y empecé a juntarme con otras personas: íbamos a conciertos o festivales, salíamos a tomar algo a asociaciones privadas (quien sabe de lo que hablo, sabe) e íbamos a muchas fiestas en la calle en lugar de discotecas (no vale la pena ni decir de qué tipo de fiesta). Éste mundo es muy pequeño, todos se conocen entre sí y más o menos acabas encontrándote a la misma gente en todas partes.

Esto tiene su parte buena: siempre habrá alguien con quien te puedes pegar la fiesta aunque vayas sol@. Y también su parte mala: siempre habrá alguien que te conozca. Es un arma de doble filo que puede ser un castigo o una bendición. Por ejemplo: Un día en concreto que acabé contando a 3 antiguas citas de tinder con final feliz, mi último compañero de piso, una expareja y dos grupos de personas con las que no me apetecía encontrarme. Y lo peor es cuando resulta que entre ellos se conocen.

Y como ellos se conocen creen que te conocen a ti también. Y no porque se hayan sentado a hablar largo y tendido contigo sino porque entre ell@s han hablado de ti y han decidido cómo eres en base a su experiencia. Entonces llegan las miradas y los cuchicheos por qué no les cuadran sus historias entre sí. Tienen distintas versiones de una misma persona.

Y es lógico. No somos los mismos cuando estamos con nuestros amigos de la infancia o con compañeros del trabajo; no le hablamos igual a nuestra familia o al doctor que nos atiende. Hay niveles de confianza.

A lo largo de los años he visto muchas cosas turbias y al final creas una coraza. Dejas entrar a muy pocas personas. Dicen que los humanos tenemos tres caras; la primera es la que vendemos al mundo, la segunda la que mostramos a aquellos seres más apreciados, y la tercera es la que sólo un@ mism@ conoce.

En mi caso yo simplemente soy con cada uno como son los demás conmigo; ¿eres honesto y abierto? Lo soy. ¿Me mientes y me utilizas? Veamos quien sabe jugar mejor. ¿Eres de esas personas que criticas a otras pero luego les sonríen e incluso les hacen la pelota por puro interés? No, lo siento pero no me voy a fiar de ti. ¿Quién me dice que no harás lo mismo conmigo cuando no esté delante? El poner límites no es por falsedad. Es por amor propio.

Moreiona