Si os hablo de inseguridad, de sentir que nadie jamás en el mundo se va a fijar en ti, de sentirte tonta cuando crees que alguien está interesado en ti, de pensar que todo conseguirá un amor de película menos tú, de ser consciente de que nunca te van a besar en mitad de una parada de autobús o te van a hacer el amor bajo las estrellas… seguro que a más de una os suena.

Toda mi vida he pensado que el amor no era para mi; que mis defectos físicos pesaban demasiado, incluso literalmente. Me miraba en el espejo y solo veía un monstruo, un monstruo majo, cariñoso, sociable y hasta gracioso; pero físicamente fuera de cualquier posibilidad en el amor.

El físico es lo de menos decían. No, el físico lo es todo pensaba yo. ¿Cómo alguien va a querer besar cada uno de mis hoyuelos, cada una de mis estrías? Qué asco me daba a mí misma.

Dejé de preocuparme por mi, me deje llevar. Me escudaba pensando en que las camisetas básicas anchas y los vaqueros negros me sentaban bien cuando yo ansiaba vestir de colores y enseñar ombligo.

Hablaba con la gente, hacía amigos, era la compañera perfecta para tomar unas cañas porque estaba tan convencida de que no tenía ningún tipo de tensión sexual con nadie que vivía en mi mundo, relajada y sin problema. Había asumido que jamás le iba a gustar a nadie y tenía un escudo protector inmenso para que nadie me hiciera daño.

Han pasado 10 años en la vida de aquella chica. Le han salido algunas canas y ahora le pesa más el culo. Pero ahora se ama, se quiere y lucha por su salud: física y mental. Y se ve estupenda aunque tiene sus días.

Sabe que tiene que cambiar si quiere disfrutar de la vida como solamente ella sabe. Que sus rodillas quizá no aguanten en un futuro todos los viajes que aún tiene pendientes hacer. Pero ahora es jodidamente feliz. Se mira al espejo y se ve gorda, porque lo es. Sigue viendo esas estrías y esa celulitis pero ahora sabe que forman parte de ella y que no tiene por qué avergonzarse de esas marcas. Os juro que solo desde el amor a uno mismo podemos cambiar aquello que no nos gusta. Solo aceptándonos y liberándonos podemos conseguir nuestras metas personales. A nivel físico, personal, laboral… Que al fin y el cabo el body positive va de esto amigos y amigas.

En esos 10 años ha ido dejando pedacitos de su coraza en cada señor con el que compartía besos y cañas, incluso sábanas. Le han roto el corazón más veces de la cuenta y ha resurgido con más fuerza en cada desilusión.

Ahora se sabe merecedora del amor, sabe que su culo no va romper ningún esquema si el que dibuja sus planes es el hombre de su vida. Que aquel que la juzgue por sudar más de la cuenta o por tener más o menos michelines, no será el adecuado. Y que el problema no es suyo. Que ella no tiene que cambiar para agradar. Que el problema tampoco lo tienen los demás. Que no hay que enfadarse con el mundo. Para gustos los colores, ¡solo faltaba! Que lo que hay que tener es paciencia y ser feliz. Y quererse, quererse mucho.

Imagen: The Flash Pack

 

Pero sobretodo, sabe que ahora es una mujer completa, que le sobran muchos kilos pero también mucha ilusión. Que se va a comer el mundo aunque engorde y que se va declarar tantas veces como considere oportuno; porque en esta vida el que no arriesga no gana.

Os escribo desde la playa; la misma playa que veía desde una ventana porque me daba vergüenza ponerme un bañador; sudando como los pollos pero disfrutando del olor del mar; con la marca de la silla pegada en el culo y un zumo de piña lleno de arena. Y esperándole a él, para decirle que no me imagino otra vida que no sea a su lado. Prometo no ser tan cursi como en este texto, utilizaré mi labia. Puede que huya, que me mande a tomar por culo. Pero es que ¿acaso tengo algo que perder? He tardado 10 años en sacar los ovarios necesarios para poder hacer esto y os juro que independientemente del resultado, sé que todo irá bien. Sí, irá bien porque he sido capaz de creerme merecedora de un amor. Porque sé que de mi también se pueden enamorar. Si no es con él, resurgiremos de nuevo, aún más fuertes y con menos miedo a la derrota.

No soy perfecta. Tampoco lo pretendo. Pero sí soy feliz.