Si de algo estoy segura es de que no soy ninguna diosa griega. Que no, que yo ni me cubro con túnicas (por mucho que la sociedad se empeñe en vestirnos a las gordibuenas como a King África), ni tengo poderes sobrenaturales, ni nada por el estilo. Soy una mortal como cualquier otra, pongo la mano en el fuego.

Pues que está el mundo erre que erre con que las mujeres de hoy en día mutemos en seres mágicos cuando nos convertimos en madres. Nos venden la maternidad como un remanso de paz y de arcoiris brillantes como si aquí, una vez que tenemos a nuestro churumbel con nosotras, nada más hubiera pasado.

¡Y pasa, vamos que si pasa! Y entre los cientos de cambios a los que tenemos que adaptarnos como madres, uno de los peores y que la sociedad nos pretende esconder, es la maldita conciliación.

Lo primero, repitan conmigo: conciliar no existe, son los padres. De veras que este precioso palabro que alguien inventó con ánimos de darnos un ápice de esperanza a las madres (o padres), no es una realidad que la gran mayoría podamos vivir. Porque desde el momento que das a luz tus elecciones laborales y horarios ya no dependen solo de ti, sino también de una criatura que precisa y necesita de tu persona el mayor tiempo posible.

¿Para qué están las guarderías? Diréis muchas en este momento. Y, por supuesto, estos centros hacen una labor social imprescindible hoy en día. Pero, ¿qué hay de un puesto de trabajo que llega por sorpresa y que te exige incorporación inmediata? ¿qué ocurre cuando visitas a todo correr diez guarderías y en todas se ríen en tu cara porque no tienen ni una plaza libre?

Ahí es cuando te paras y piensas en lo irónica que es esta mierda de vida: ‘Tengo un bebé y necesito comida para alimentarlo – para comprar comida necesito un empleo – para aceptar el empleo me hace falta alguien que cuide de mi bebé – para pagar la guardería (o canguro) también necesito dinero‘. Que es ese el instante en el que lloras y gritas al darte cuenta de la verdad asquerosa.

Y es que, además de todo eso, ¿alguien se ha informado sobre los precios de las guarderías? Que a ver, yo no vengo hoy aquí a escupir sobre las escuelas infantiles (que soy consciente de que deben pagar personal, instalaciones, etc…). Pero es que actualmente si no tienes acceso a un centro público, la opción privada es un sablazo que se te lleva perfectamente 300 euros de la nómina, y todos tan amigos.

Lógicamente, una vez que se te plantea un nuevo puesto de trabajo con un retoño debajo del brazo sopesas los pros y los contras del curro de otra manera. Personalmente he dado con ofertas que he tenido que rechazar porque literal, perdía dinero aceptándolas. Fucking reality.

Más allá de nuevos puestos siendo madre, están aquellos trabajos que ya teníamos antes de quedarnos embarazadas. Verdad verdadera que en muchas empresas ya te ponen cara de culo cuando les informas de que estás esperando un bebé, en el plan magnífico de ‘buah, esta tía ya nos va a dar problemas‘. Algo así como si fueras una máquina de línea de montaje y comenzaras a rechinar al hacer tu trabajo. Te pillas tu baja (irrisoria) y una vez te reincorporas cualquier petición de cambio de horarios o de turno por mínima que sea, está mal vista.

Tras diez años en mi puesto de trabajo tuve un bebé. Cuando regresé tras haber dado a luz solicité a mis jefes si sería posible salir media hora antes cada día y recuperar esas dos horas semanales la tarde del viernes. Ellos aceptaron sin problemas pero algunas de mis compañeras de curro (ninguna de ellas todavía madre) se quejaron sobre el supuesto trato de favor hacia mí. Pusieron el grito en el cielo y exigieron tener ellas esa misma oportunidad. Desde dirección no les pusieron pegas siempre que hubiera alguna empleada cubriendo el negocio cada día. Así que yo salía de mi turno corriendo directa a buscar a mi hijo y ellas hacían lo mismo pero directas a la cafetería de la esquina. Así cada día, por sus santas narices.’

Caso real de una amiga muy harta de todo.

Pues evidentemente, igualdad de derechos para todos. Pero ya si eso la empatía y la sororidad la dejamos para otro momento en el que las perjudicadas seamos nosotras y no las demás, ¿no? Es vergonzoso que hoy en día todavía salten indignados cuando, al fin, una empresa pone su granito de arena en pro de la conciliación laboral. Y esto ocurre, mucho, más de lo que pensamos. Porque los seres humanos somos por norma general unos cabrones supinos entre nosotros. Así de claro.

La verdad, por suerte, es que hoy no son pocos los padres que también hacen malabarismos para adaptar su vida laboral a su familia ¡y qué menos! Hace no muchos días un amigo me comentaba sorprendido que en una entrevista de trabajo le habían preguntado si tenía pensado tener hijos a corto plazo. ‘¡Qué cabrones, hacerme esa pregunta!‘ me soltó indignadísimo con la vida.

A mí me salió una carcajada e intenté explicarle que está fuera de lugar y no debería ser, pero que eso lo sufre cualquier mujer entre 25 y 40 años en prácticamente cualquier entrevista a la que vaya. Simplemente quieren saber si les vas a dar por culo con tus ganas de procrear o de traer seres humanos a este mundo o si, por lo contrario, serás el empleado perfecto que hace su trabajo como un robot y jamás lucha por sus derechos laborales. ‘Minucias, ya sabes‘.

Quizás esta aparente igualdad a la hora de solicitar permisos de conciliación y de maternidad/paternidad ayuda en eso de que no nos descarten de cualquier oferta por el mero hecho de ser mujeres en edad reproductiva. Si ellos se suben al carro del equilibrio en la crianza a ver qué hacen todas esas empresas que ‘prefieren hombres, que no se embarazan y no dan por saco‘.

Ser padres es una opción personal y como tal tenemos que ser consecuentes con el giro brutal que da nuestra vida cuando llega un bebé. Pero estoy segura de que si todos pusiésemos un poquito más de nuestra parte eso de conciliar no sería tan utópico. Yo por el momento no tengo el poder de duplicarme para así estar a la vez en el curro y en mi casa cuidando a Minchiña. La maternidad me ha regalado unas tetas inmensas pero se olvidó de darme la omnipresencia. Así que sí, por lo de pronto la conciliación para mí, continúa siendo un mito.

Mi Instagram: @albadelimon

Fotografía de portada