La condena es invisible, tampoco nos hacen daño físicamente. Es tan habitual verlo, que tampoco se ven las cuerdas, ni la oscuridad, ni los pies de puntillas, para no molestar.

Pero hoy me dio por comprar un lápiz nuevo y tenía que probarlo.

Empecé dando trazos sin sentido en unos papeles sucios que tenía por el escritorio, un círculo, un cuadrado, varias rayas… Hasta que me harté y decidí hacer algo en serio.

Cogí un folio en blanco y plasmé, sin querer, en poco más de media hora, el resumen de mi vida y sobre todo, el poder que el mundo que me rodea, me inflige.

Dibujé mi cuerpo, mi pelo, mi cara, mi pecho, mis piernas, pero también dibujé mi barriga y mi culo. Difícil decisión la mía cuando me tocó dibujar esas partes, pero lo hice, las dibujé tal y como son. Les hice las sombras a todo el cuerpo, dibujé mi pelo y me iba gustando bastante el resultado.

En cuanto terminé el cuerpo hice los brazos hacia arriba, sin ninguna razón aparente. Y ahí las vi. Cuerdas gordas y bastas rodeando mis pequeñas muñecas. Las dibujé, ¡claro! Era lo que mi cabecita intentaba decirme o gritarme desde hace mucho tiempo. Y lo hice, y les dibujé sus sombras y su trenzado. Bien apretadas y sin poder ver su final, acabé el dibujo con el corazón encogido.

Sabiendo, que hace años que no dibujo un cuerpo desnudo. Sabiendo, que jamás, nunca, me había dibujado a mí misma. Sabiendo, que en cierta medida, mi diestra me había dibujado exactamente a mi forma, a mi ser, tal cual soy, tal cual me siento.

Y con un gran suspiro me observé durante un buen rato. Y me vi preciosa, perfecta, hermosa.

Hoy sé, que por fin, me he soltado de por lo menos una de esas cuerdas, al dibujarme.

El proceso es lento y duele, te tienes que hacer más fuerte, y cuesta. Pero al final, conseguiré soltarme del todo, y en eso trabajaré todos los días de mi vida, hasta que lo consiga.

Anónimo