Mi amiga Teresa, tras varios años de reclusión y sacrificio, este año ha sacado la oposición. Los últimos años de su vida pasaron por encima de ella sin que pudiese ver más que apuntes, las paredes de su habitación de adolescente y la calle de camino a la academia. No es que se lo mereciera por buena persona, que también, es que trabajó duro, luchó contra la frustración de los primeros tropiezos, y tiró para delante hasta llegar a su meta.

Todas sus amigas estábamos muy orgullosas de ella y queríamos hacérselo saber. Ella nos dijo que tenía un mes hasta la toma de posesión y que ese tiempo quería aprovecharlo lo que no había podido en los últimos tiempos. Nosotras, por nuestra cuenta, queríamos organizar algo especial. Habíamos propuesto hacerle una fiesta a la altura de su esfuerzo, organizar entre todas, con la colaboración de su familia, sus otros amigos, etc., una fiesta que recogiera todas las celebraciones a las que no había podido acudir, todos los eventos importantes que se había perdido y a la vez proyectar todos los sueños que ahora iba a poder cumplir. Íbamos a necesitar muchas fotos, muchas anécdotas… ¡Vamos! Que nos iba a llevar mucho tiempo. Así que nos repartimos las tareas y poco a poco fuimos empezando a quedar con la gente.


Un lunes que Teresa quería salir de terraceo por la tarde, yo le dije que no podía y Pili tampoco. Quedó con las demás y, ya es mala suerte, que estando Pili y yo de compras para la fiesta, paramos a comprar unos refrescos en un puesto al lado de donde ella había entrado a comprar tabaco. Nos vio, vimos claramente que no le había hecho gracia, pero pusimos una excusa tonta y nos fuimos. De noche, en el grupo de WhatsApp de la fiesta, las demás contaban entre risas lo que habían rajado con ella de por qué no habíamos querido quedar. Hubiese sido gracioso si no pasase algo similar el día que quedé yo con ella para ayudarla a elegir el vestido para una boda que tendría en un par de meses. De frente a nosotras estaban dos de nuestras amigas con una prima suya tomando un café en un centro comercial. Las vi yo primero, las avisé y se fueron discretamente, pero en el último minuto ella dijo “Esas no son…” y yo la ignoré como pude para que no indagase más.

Ya teníamos mucho adelantado, pero la última semana sería mucho más difícil escaquearnos de sus planes improvisados. Aquello era casi una boda, había mucha gente implicada, pero las organizadoras éramos nosotras 5, así que teníamos que estar una de nosotras siempre. Ella se merecía una fiesta por todo lo alto. Emotiva, alegre y llena de gente que la quiere.
No fuimos tan conscientes de las veces que nos vibraba un mensaje a varias a la vez, de las veces que al hablar de quedar al día siguiente nos mirábamos entre nosotras antes de responder… Para nosotras estaba siendo muy evidente que algo estábamos organizando; para ella estábamos haciéndola a un lado, turnándonos para estar con ella porque nos suponía un esfuerzo. A tres días del evento dejó de contestar mensajes.


Al principio nos reímos porque pensamos que cuando viniese a la fiesta y entendiese todo le daría la risa. Para que acudiese a la fiesta, su madre se había inventado una cena familiar. Podíamos soportar tres días de silencio si, al llegar allí y ver todo lo que habíamos hecho por ella se le iba a pasar. Pero la noche antes nos escribió un mensaje. Fue el mensaje más largo que leí en mi vida, le llevó lo suyo escribirlo. Básicamente decía que éramos unas amigas de mierda, que era demasiado evidente que la envidia que le teníamos nos impedía disimular lo petardas que éramos, que llevaba toda la vida preocupándose por nuestras miserias y que al menos esperaba un detalle en este tiempo para celebrar su logro y no tantos desprecios y que dejásemos ver que hablábamos a sus espaldas, que no quería saber nada de ninguna de nosotras y que ojalá nos encontrásemos con amigas tan malas como nosotras a partir de ahora. A mi me dolió leerlo porque hacía varios reproches en medio que creo que no debería, pero en el fondo la entendí y me dio mucha pena. Seguí creyendo que al día siguiente todo acabaría… Pero Pili y Claudia contestaron al momento que por ellas se podía ir a la mierda. Les había sentado tan mal que retiraron sus regalos y su participación en la fiesta. La pasta que habían metido hasta ahora no, por no fastidiar a las demás, pero no iban a participar más. Lorena dijo que ella no iría a la fiesta hasta que Teresa viera lo que había y se disculpase, no quería llegar allí y que aún encima le montase un follón en público. Así nos quedamos sin la que se encargaba de ir a buscar los globos y las flores… Básicamente me quedaba lo gordo a mí, si quería seguir adelante.

Llamé a su madre y me dijo que ella no había contado nada pero que estaba muy disgustada. Le conté lo que había pasado porque iba a necesitar mucha ayuda al día siguiente. ¡Menos mal que tiene una familia grande! Al final entre unos y otros fuimos haciendo todo lo que había quedado pendiente para última hora.


Al llegar el momento de la fiesta, ella llegó al salón con cara de pocos amigos y, al encender las luces y la música y ver a tanta gente y tantas fotos y cartas colgadas por todas partes, rompió a llorar. Abrazó a su madre mientras yo me acercaba y la oí decir “No era tan difícil, ojalá esas idiotas hubiesen pensado en algo” Entonces me arrimé a ella y le dije “Esas idiotas fuimos las que organizamos todo esto para ti, tonta, ¿no ves que todo era una sorpresa?” Y cuando creí que se giraría a abrazarme y a reírse de su propia metedura de pata, le dijo a su madre que si alguna de nosotras estábamos allí, ella se iba. Su madre la separó y le dijo “Mira bien todo esto, todo es cosa de tus amigas, ellas coordinaron a todo el mundo, ellas se encargaron de todo y decoraron este sitio para ti, tienes unas amigas increíbles”. No entendí qué fue lo que le pasó, cuanto habría sobre pensado en esos días para seguir enfadada, pero así siguió. Si yo no me iba, se iría ella.

Yo la verdad es que estaba muy cansada, llevaba desde las 10 de la mañana allí organizando fotos y escribiendo notas de cada sección… Ya no podía más, así que me di media vuelta y me fui. Allí quedaron nuestras 3 semanas de esfuerzo, nuestros más de 100 euros por cabeza y todo nuestro cariño.

Varias horas después me escribió su madre. Al parecer creía que todo eran excusas para disculparnos, pero entonces empezaron con la exposición de fotos y reconoció mi letra en cada cartel explicativo “Bienvenida al cumpleaños de tu tía Ana al que no pudiste ir. No te perdiste gran cosa, pero se te echó de menos. Como ves hubo un trozo de tarta guardado hasta el final por si podías pasarte un rato” Dice que lloró muchísimo y que la culpa no le permitió disfrutar del pedazo de evento en sí. Le dio tanta vergüenza que no nos llamó.


Su madre nos sigue escribiendo pasado ya casi un mes, que ella se siente fatal, que la ayudemos, pero nos ha hecho tanto daño que no creo que debamos ser nosotras las primeras en llamar. Yo ahora mismo estoy muy dolida por el desprecio que me hizo allí, en medio de tanta gente, en la fiesta que YO había organizado, echándome de allí como si fuera basura.

Si algún día se digna a llamar, aquí estaré, pero si el tiempo sigue corriendo, creo que por orgullosa se va a quedar sola en el momento que podría ser el más feliz de su vida.

Escrito por Luna Purple, basado en una historia real.