Cuando tu historia con Don Perfecto empieza, lo ves todo color orgasmo. Flores, mariposas, arcoiris, plastilina. Probablemente, te ha llamado para invitarte a una copichuela o dos y en todo momento se ha comportado como un perfecto caballero. Es que lo tiene todo, chica, buen curro, vida viento en popa, un círculo de buenos amigos y una relación estupenda con sus padres. Por no hablar de que se interesa por tu vida, te escucha en todo momento y no va con la predisposición de empotrarte (aunque igual para ti la idea no esté ni tan mal).

La cosa es que, cuando te quieres dar cuenta, estáis planeando las próximas vacaciones juntos, estáis cenando todos los jueves en el que ya es vuestro restaurante y acurrucándoos los domingos con mantita y peli de por medio en ese sofá de su piso tan bien situado, cerquita del centro, pero lo suficientemente lejos de la multitud. Y tú con tu orgasmo sensorial, acomodándote a la vida tan de película que os estáis montando e imaginándote tu boda y los dos churumbeles preciosos que vais a tener.

giphy

Un buen día, (o unos buenos días, que estas cosas no pasan de un día para otro) con el orgasmo ya un poco más abajito y seguramente después de meses de apariciones sólo esporádicas, tu amiga, la que te ha aguantado todas las penas hasta la aparición estelar del nuevo amor de tu vida, te envía un inocente mensajito: “tía, dónde andas, que estás perdida”. Pies en el suelo. Realidad. “Venga, quedamos el martes con estas y nos ponemos al día”. Y tu cabecita vuelve a funcionar, porque no hay nada que las amigas y las salidas de la rutina no arreglen.

Ahí te replanteas a Don Perfecto. Que igual a todo el mundo le cae bien, que a lo mejor tu familia lo adora, que puede ser que cada vez que vais a casa de tu madre le prepara su comida favorita (y no la tuya, THANKS MOM), pero ¿a ti qué te pasa?

Pues te pasa que te aburre. Sí, sí, ya te lo digo yo, como una ostra. Y tú con toda la culpabilidad. “Tía, qué coño me pasa, si me quiere y me adora, si me escucha y es super considerado y detallista y vemos muchas pelis juntos”. Y después de semanas, a lo mejor hasta meses, de culpa, de quéclasedemonstruosinsentimientossoy, de “voy a verle el lado positivo, que esto es solo que la relación ha pasado a otra etapa”, decides que se lo vas a decir.

Y así lo haces: “no eres tú soy yo”, “no te quiero hacer sufir”, “es mejor olvidar y dejarlo así”. Me habéis pillado, estaba parafraseando a Luis Fonsi. Pero la realidad no anda tan lejos de la canción. El chico es estupendo y eres tú la que no quiere ni agua de él.

giphy

Es entonces y sólo entonces cuando Don Perfecto descubre su verdadera forma: DON PERFECTO IDIOTA. “Nadie te va a querer como yo, con todo lo que te he dado, y ahora qué”. True story, lo prometo. Resulta que, después de todo, el muchacho tenía un ser maligno escondido en lo más profundo de su ser con el que acabas de flipar.

Y resulta que, después de todo, y con unos días de margen después del chaparrón, te empiezas a dar cuenta de que llevas aguantando unas cuantas cosillas que tal vez no deberías haber aguantado. Como el aislamiento, el tú y yo y no nos hace falta nadie más, los “mejor vente conmigo y con mis colegas, que tus amigos siempre hacen lo mismo” o los muchos intentos de enseñarte las cosas que a él le gustaban y de que dejaras de lado las que te gustaran a ti, que según él eran bastante cutres.

Don Perfecto buscaba una Doña Imperfecta para arreglarla.

Pero chiqui, a ti no te hace falta que te arregle nadie.

giphy

Y esperemos que sea verdad lo de que nadie te vaya a querer como él, porque para eso, que te quieran más y mejor. Y que te coman todo el coño ya de paso. No como un reto, no como una bici vieja que arregla en su tiempo libre como su proyecto personal. Como tú, como imperfecta que no va a ser perfecta nunca, porque, sencillamente, no lo necesitas.

Arréglate tú si crees que lo necesitas, pero, chica, no dejes que nadie te arregle a su gusto.

Nieves Valdivia.