Desde que nació mi primer hijo hace un año, he abandonado total y absolutamente todos los aspectos de mi vida que no fuesen ser madre y cuidar de mi criatura.

Tanto que, con el paso de los meses, mi autoestima, mi salud mental y mi físico han llegado a estar bajo mínimos. No hablemos además del terreno sexual, que parecía ser un sueño lejano.

El caso es que todo esto llegó a un punto en el que todo se me hizo bola. Comía fatal, me sentía fatal, y el cansancio y la fatiga han llegado a formar parte de mi ser. La libido no me preguntéis qué es, porque se esfumó cuando nació mi hijo.

Sin embargo, hace un par de meses que ya me sentí adaptada a mi bebé y a esta ardua tarea que es la maternidad, así que decidí que era hora de ponerme en forma a todos los niveles.

Intenté mejorar mi alimentación, preocuparme más por mí como ser individual, y hacer algo de ejercicio en casa. Me lo tomé muy en serio esto de mejorar mi salud mental y física, y mi marido me comentaba lo super motivada que se me veía.

Algo que no ha tardado mucho en aflojar un poquito, porque la motivación no es algo fácil de retener.

Mi marido, que me lo ha notado rápidamente, intentó animarme de la mejor manera el otro día. Una noche, cuando entré al cuarto poco antes de irme a dormir, me dejó un objeto de procedencia dudosa en la cama con una nota:

“Para mi chica fitness favorita: ¡espero que este regalito de EasyToys te haga sudar mucho!”

Oh, qué mono. Me había comprado algo para ayudarme a motivarme con el ejercicio.

El objeto venía sin caja, y era como una especie de micrófono de color uniforme y textura ultra suave.

“¿Qué leches es esto, una mancuerna?” “Pero si no pesa nada, ¿qué peso voy a ejercitar con esto?” “Anda, si vibra” “Ostras, sí que vibra, vaya potencia. ¿Pero para qué quiero que vibre una mancuerna? ¿Será que viene así para mejorar la circulación?”

Y para mejorar la circulación sí que era, pero no precisamente para los bíceps. Pobrecilla la cateta que llevo dentro, de verdad. Qué ingenua.

Cuando llegó mi marido al dormitorio, me dijo que era un masajeador especial, y se ofreció a darme un masaje para relajarme y que lo probara. Cosa a la que yo accedí encantadísima, nada me venía mejor para antes de dormir.

Todo el mundo sabe que los masajes con tu pareja acaban con final feliz, pero como ya os he dicho, yo es que siempre he sido una pobre criaturita ingenua del señor.

Mi marido empezó por la espalda, desde el cuello hasta los tobillos. Más tarde, me dio media vuelta y siguió por mis pechos, por la ingle…. Ahí ya me fui percatando de la jugada, pero ya me tenía bastante excitada, así que lo dejé continuar. Cuando ya no podía más y pensaba que iba a entrar a matar, va y me pone la maquinita en todo el “clit” de la cuestión.

FLIPÉ. Y él flipó conmigo.

Tuve un orgasmo cuyo alarido tuvo que llegar a Wisconsin, como mínimo.

Aquello despertó en mí cosas enterradas hacía mucho, y es que me había preocupado por mejorar mi salud en todos los aspectos menos en el sexual. Además, yo siempre he sido bastante tradicional y el tema de los juguetes sexuales lo tenía un poco tabú, me daba cosita, no sé… ¡Pero vaya descubrimiento!

Me gustó tanto que aquella noche repetimos. Resulta que la Wonder Wand (así es como se llama) tiene no sé cuántos modos de vibración, por lo que aún me queda mucho camino por descubrir. Qué maravilla.

Al día siguiente, mi marido se fue a trabajar y yo me quedé en casa con el bebé y con Andrea, mi hijastra, que tenía 5 años.

A media mañana me dio por recordar la fantástica noche que habíamos pasado, y que hacía tanto que no pasábamos. Y entonces me di cuenta de que no recordaba si habíamos guardado el mini masajeador. Me dispuse a buscarlo por toda la habitación, pero no lo encontraba. Le pregunté a mi marido si sabía dónde lo dejamos.

Mientras lo buscaba, salí de la habitación un momento para echarle un ojo a la comida, cuando justo pasé por la habitación de Andrea, que tenía la puerta entornada.

Y allí estaba ella, con su disfraz de Frozen a medio poner, su pelo hacia un lado, y cantando a todo pulmón el “lerigó” con mi querida Wonder Wand.

Me reí tela y le envié una foto de extranjis a mi marido “Da igual…ya la he encontrado. Al parecer también sirve de micrófono JAJAJAJA”

Nos meamos de risa jajaja.

En fin, que desde aquel día, además de procurar guardar a buen recaudo la “mancuerna-micrófono” jajaja, me he dispuesto a cuidar también de mi salud sexual. He vuelto a las andadas con mi marido y conmigo misma, he descubierto nuevas experiencias y sensaciones, y la verdad que redescubrirme con la Wonder Wand me ha ayudado mucho más a mejorar y a añadir un mayor bienestar a mi salud tanto física, como mental y sobre todo sexual. ¡Qué tonta he sido de no haber probado estas cosas antes!

 

Así que nada, si os interesa, os dejo por aquí el enlace de mi amadísima y mejor amiga Wonder Wand de EasyToys y un descuento especial: WLS2023 (10€ de dto. en pedidos mínimos de 50€, aplicable a otros descuentos)

¡Para que os pongáis muy EasyFit!

 

*Opinión real

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