Seis años después de haberla terminado me sigo preguntado por qué la empecé, la respuesta es sencilla: presión social. Así tal cual, me encantaría maquillarlo y decir que mis padres no me obligaron, que mis profesoras únicamente me lo recomendaban y que fui yo con mi madurez (madurez a los 18, permítame que me ría) quien tomo la decisión por sí misma, pero os mentiría.

He odiado estudiar desde que tengo uso de razón y por estudiar me refiero a sentarme en una silla, clavar los dos codos en una mesa, hacerme mi resumen, mi esquema, memorizar todo lo que me pidan, sentarme al día siguiente junto a veinte compis en una clase, reescribir lo que había memorizado, esperar a que la profe decida qué número es el que mejor define mis conocimientos, decírselo a mis padres y ponernos todos contentos porque ‘WOW, tenemos una hija lista’. 

Sin querer sonar a repelente porque real no creo que tenga ningún mérito: jamás he bajado del 8 en cuanto a notas del IES se refiere. Soy una chica con mucho morro desde que tengo uso de razón, se me da bastante bien escribir y tengo la capacidad de hacer pensar a la peña que sé más sobre cualquier tema de lo que realmente sé.

¿Impostora? Yo digo sí. 

Con esa escritura, esos conocimientos, esa capacidad para desenvolverme en una papel, ¿¡cómo no iba a estudiar una carrera?! ¿¡cómo iba a no hacer ciencias?! ¿¡cómo una niña que tenía claro desde los cinco años que quería ser actriz iba a tirar su futuro a la basura estudiando lo que realmente le apasionaba?! No por Dios, eso nunca. Tú sácate tu bachiller, tu carrera, sé becaria y pártete el lomo haciendo prácticas durante 2 años cobrando 300€ (con suerte) y después si eso hazte freelance.

Señoras, el sistema educativo que tenemos puede comerme todo el toto. 

Yo he sido una maestra del engaño y la triquiñuela, he pasado con más gloria que pena por el sistema, he acabo con unas notas muy notables/sobresalientes y siento que no me ha servido para prácticamente nada. No creo que se me haya enseñado valores, no creo que se me haya intentado explotar mi mejor versión, no creo que nadie me haya apoyado para hacer lo que realmente me gusta, para lo que tengo talento y lo que me hace feliz. 

¿Por qué estudié una carrera universitaria? ¿Por qué en segundo curso me planté delante de mi familia (previamente habiendo hablado con mi hermano porque sentía la NECESIDAD de sentir su apoyo) para decirles que quería dejarlo y la noticia cayó peor que un embarazo a los 16? ¿Por qué nadie me apoyó sabiendo desde el principio qué es lo que quería de verdad? ¿Por qué he dado lugar a tener que acabar mis estudios con 26 años cuando todos mis compañeros tienen 21?

Os diré el por qué: porque somos una sociedad enferma y nuestra enfermedad se llama ‘titulitis aguda’. 

Hace nada me dediqué a bucear por las RRSS a raíz de la ley que salió que decía, básicamente, que suspendas las que suspendas vas a pasar de curso igual. El INFARTITO que me dio al leer lo que los chavales de 16-18 años escribían fue real:

‘Ahora se va a premiar igual a los que estudian que los que no’.

‘Pues si paso de curso haga lo que haga yo paso de estudiar’.

‘Los que estudiamos de verdad no vamos a tener reconocimiento’. 

Y más perlas varias que solo me hacían gritar en mi cabeza SOCORRO. 

Nadie es más listo por estudiar más, nadie vale más por sacar mejores notas, nadie es más mediocre por tener notas bajas.

Una carrera, una formación académica, una educación obligatoria no te enseña a ser buena persona, no te enseña a empatizar, no te enseña a entender tus sentimientos y emociones. ¿Debería? Por supuesto. ¿Lo hace? Ni de coña.

Entiendo que nuestros padres les vendieron la moto del ‘pos haber estudiao’, pero nosotros ya hemos pagado las consecuencias de ese pensamiento. Ya hemos sido esclavos del sistema, ya nos hemos sentado en una clase durante 24 años a memorizar y escupir conocimiento que alguien ha decidido que son obligatorios, ya hemos pasado por el aro y la inmensa mayoría hemos visto y vivido que no ha servido para nada.

Vamos a apoyar a nuestros hijos, vamos a enseñarles que el colegio/instituto/carrera/módulo es una parte más de la vida, no es lo que lo define como persona, vamos a escucharles, vamos a entenderles y vamos a acompañarles recorriendo el camino que ellos quieren hacer. Vamos a dejar de moldear a la juventud en base a un pensamiento arcaico. Vamos a enseñarles a empatizar, a ser buenas personas, a entender qué les pasa por dentro, qué les rodea por fuera y qué importante es saber mirar más allá de nuestras narices. 

Ojalá algún día profesores, padres y alumnos seamos capaces de ir todos a una para acabar de una vez por todas con el ‘memorizar, vomitar, puntuar’.