Soy periodista deportiva. Llevo trabajando desde los 19 años: empecé como becaria y, poco a poco, he ido creciendo dentro de la profesión hasta llevar cerca de 10 años colaborando con el mismo medio de comunicación dentro de mi especialidad. He notado cómo ha ido cambiando la profesión, pero aún falta mucho.

Cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, escucho lo mismo: “Ya las mujeres habéis conseguido la igualdad, ¿qué más pedís?”, y yo siempre pienso en mi profesión. Pido igualdad real: que se nos respete y valore, como profesionales, como expertas. Que no se sientan “bien” unas pocas, que seamos todas; que sea una realidad, no un espejismo.

Las periodistas deportivas somos víctimas contantes de mansplaining

A diario. Tal y como te he dicho, trabajo desde los 19 años. A veces, me toca sacar la faena en pareja, con compañeros (machos, en mi 100 % de los casos). En una ocasión, me tocó uno que, pese a ser más joven y llevar pocos meses en redacción, vino a explicarme en qué consistía la Fórmula 1. Equipos, pilotos, circuitos, normativa… Él ahí, todo afanado, hablándome de las estrategias de undercut y overcut, del graining y el blistering de los neumáticos, como si durante 14 temporadas de cobertura no me hubiesen dado ni los conocimientos ni la experiencia.

Mi amigo el enteradillo también quiso darme clases sobre el mundial de motociclismo. Tengo un libro académico publicado al respecto y le informé de ello, pero le dio lo mismo: mencionó a Valentino Rossi como si no lo conociera, cuando he cenado con él en Jerez. Patético.

Paternalismo llevado al extremo

Entré en un paddock por primera vez cuando tenía 23 años y, lo mismo que encuentras a los listillos, también están los papis. “¿Qué haces por aquí siendo tan jovencita?”, preguntan con toda su ternura. “Eres una cebra entre leones”, me llegó a decir otro. “Cuidado: todo tío que se te acerque te quiere follar”, #consejodeldía.

Es cierto que las intenciones de estos hombres eran buenas, pero el tufo a paternalismo me tumbaba para detrás. Somos unas pobrecitas que nos merecemos ser salvadas, como si nosotras mismas no fuésemos capaces de defendernos con nuestras uñas y dientes.

Somos las que se pasean

Lo sé, lo sé. En la actualidad, ya hay mujeres que conducen programas de información deportiva, pero la realidad es que seguimos relegadas a un segundo plano: somos las que estamos en la banda diciendo qué jugador calienta o las que se pasean por el paddock en busca de declaraciones, no en cabina comentando el partido o la carrera; de hacerlo, es una exdeportista invitada que aporta su experiencia a la narración.

Aún cuesta tratarnos como “expertas”; la percepción es que sí, aportamos datos, pero nuestra opinión no vale lo mismo.

Tenemos el estilismo pactado

Se nos “obliga” a ir perfectamente teñidas, maquilladas y vestidas, mientras que el compañero que te acompaña puede mostrarse natural, tal y como es. Él puede ir cómodo, con sus vaqueros y sus bambas, como iría al trabajo o al cine; pero nosotras, no.

Por supuesto que hay empresas y empresas. Conozco varios medios, donde existe un uniforme similar para todos/as o cada uno tiene la libertad individual de escoger su vestimenta. Bien, menos mal; pero, ¿otros? Hace un par de semanas me llamaron para una entrevista de trabajo, que terminó convirtiéndose en un casting porque uno de los requisitos era lucir minifalda. Unas condiciones brutales, un sueldazo que no veré con facilidad, pero sí… minifalda. Y nada, aquí sigo, siendo pobre.

Si llegas, se duda

Ya de por sí es complicado escalar entre machirulos para hacerte un hueco como referente de la información deportiva, pero es que, si lo logras, se duda. Se duda de tus orígenes y de tus intenciones. ¿Cómo llegaste? ¿A quién “se la chupaste”? ¿Qué pretendes? ¿A quién quieres ligarte? Así es, así lo he sufrido. Ya me gustaría poder contar otra cosa, pero en pleno siglo XXI sigo escuchando estas preguntas.

Bonus extra: la cobertura del deporte femenino

¡Cuánto nos cuesta encontrar hueco para el deporte femenino! Fútbol, baloncesto, motor, tenis…, lo más mediático, visto y consumido es la categoría masculina de estas disciplinas. Cuando toca cubrir deporte femenino, la primera reacción llega en forma de falta de respeto disfrazada de broma: “¡Qué se pongan a fregar!”, “¿A quién le puede interesar esto?”, “Solo lo he puesto por verles las tetas”, “Menudo equipo de marimachos”.

Este tema daría para otro artículo…

MRM