“LA NOCHE QUE UN DVD VIEJO ROMPIÓ MI CORAZÓN”

 

Todas tenemos recuerdos de esas amargas rupturas que en su día nos hicieron creer que el mundo terminaba ahí, en ese último adiós. Justo en ese momento en el que comenzaste a escuchar la discografía entera de Alex Ubágo en bucle. ¡Porque ojo! El bueno de Alex entró en nuestras vidas para narrar en sus canciones todos nuestros males. Sin él saberlo, nos hundía un poco más, debajo de nuestro edredón convertido en un mar de lágrimas. Si señoritas, admitidlo. Todas hemos llorado y maldecido al amor. Y como si esto fuera un grupo de apoyo, sin miedo al éxito me lanzo de cabeza. “Hola, soy Leonor y una vez juré con lágrimas en los ojos que me había convertido en geranio marchito que jamás volvería a florecer.” Tal cual. Y ahora sonrío al recordarlo. Es ley de vida que lo que en su día nos hizo llorar, pasado el tiempo te arranque una sonrisa, y muchas veces hasta carcajadas. Como esta pequeña parte de mi vida que os voy a confesar. Y como sé que estamos entre amigas, nada de lo que aquí se cuente saldrá a la luz…

El primer amor. ¿Os suena de algo? Esa nube en la que viajamos enamoradas hasta las trancas hasta que ¡Pum! Adiós a la magia. Y dos años después de ese primer beso robado en un portal, te encuentras comprando la discografía del bueno de Alex o escuchando los 40 principales a ver si, con un poco de suerte, lo ponen en antena y puedes seguir flagelándote un poco más.

Pero esta confesión nada tiene que ver con lágrimas. Aunque yo en su momento sí que casi me quedo seca de tanto llorar. Lo que pretendo es sacarle el lado divertido. Porque años después de aquella terrible noche, siempre que lo cuento o lo recuerdo, consigue arrancar carcajadas. 

Yo salía de una relación. En realidad había acabado hacía ya dos años. Pero yo seguía enamorada, y él se aprovechaba de eso (algo de lo que me di cuenta mucho tiempo después). Así que seguíamos haciendo cosas de novios sin realmente serlo. Pero el galán tenía claro como ganarme y mantenerme atada a la pata de su cama sin ladrar. Se ocupaba de prepararme un baño con espuma para cuando saliera de trabajar, una cena hoy, una película abrazados otro día. Y así fue pasando el tiempo. Un tiempo precioso que yo perdí sin darme cuenta. 

Una noche como otra cualquiera, al salir de mi baño con espuma me dijo, sin anestesia amigas, “no nos podemos alargar mucho hoy porque en un rato viene mi novia”. Si, imaginad mi cara. Nudo en el estómago, piernas que flaquean, lágrimas que pelean por salir. Un caos en mi pequeño mundo perfecto pedía a gritos estallar. Después de pedir alguna explicación y escupir por esta boquita que me dio mi mamá, varios insultos prohibidos en horario infantil, muy dignamente me dispuse a marcharme de su casa para no volver. 

Estaba recogiendo mis pocas pertenencias. Una bolsa de plástico de una cadena de supermercados hizo las veces de maleta de viaje. Una camisa rota, desodorante, un perfume casi vacío (como su alma) el mando de mi DVD y entonces llegó la pregunta. ¡Ay! “la pregunta”: Gordi, ¿me prestas el DVD esta noche que quiero ver una peli con ella? 

No creo que tenga que explicar que arranqué el cable de la pared donde estaba conectado el maldito aparato y que casi le meto el mando por donde amarga el pepino. Cerré la escena dramática como el momento merecía. Con un portazo y un “que te den” como única despedida. Pero aún quedaba llegar a casa con el corazón hecho pedazos (otra vez) y el DVD debajo del brazo.

Mi madre, que había secado mis lágrimas cada vez que el susodicho me hacía llorar, no podía verme entrar como un perrito abandonado. Mojado y todo, porque llovía esa noche. Parecía que el mundo se volvía en mi contra. Soy canaria, ¿por qué diablos llovía esa noche? 

Llegué a mi casa, pero sin dignidad, amigas. No se puede mantener la cabeza alta cuando gritas por la ventana a tu hermana como si fueras un preso fugado de la cárcel, con un DVD debajo del brazo y pidiéndole que te cuele en casa sin que te vean, porque te han dejado otra vez. Aún recuerdo la cara de mi hermana y sus carcajadas desde la ventana, ¿Por qué tienes un DVD en las manos?

Dormí esa noche abrazada a mi madre, que una vez más arranco el mal de mi corazón. Ella sí que es pura magia. Y estuve días indignada con mi hermana por haberse reído de mi situación. Pero cuando lo analicé fríamente, nos reímos juntas. Como hemos hecho toda la vida, y gracias a ella convertí este recuerdo en algo divertido que contar.

Jamás volví a usar un DVD y creo que ese murió esa noche empapado por la lluvia, o simplemente lo enterré junto con mi amor por aquel canalla. A fin de cuentas, la tecnología ha ido evolucionando al igual que el amor. Todos los años se pone de moda uno nuevo. 

 

Un abrazo!!

 

Leonor