Supongo que lo habéis visto alguna vez, el típico vídeo que rula por internet de una señora que se mete un juguetito con forma de huevo en la chocha y se va con el boyfriend a cenar por ahí, él tiene una App en el móvil con la que controla la intensidad y el tipo de vibración que te descarga el juguetito del demoño, ves a la chica arrodillarse de placer en medio del pasillo de un hotel, poner cara de ME QUIERO MORIR en medio de un restaurante o encogerse por un paseo marítimo.

Pues bien, yo también lo he visto y a mí también me ha dado ENVIDIA. Yo no sé si vosotras seriáis capaces o no, pero María Tornado de Villalba sí lo es y efectivamente: lo hice.

Estaba yo de vacaciones en un puerto italiano (en realidad era en Roquetas de Mar) con mis señores padres, alquilamos un apartamento medio mes de agosto y la vida era bonita porque no había pandemia, pero por aquel entonces no era yo capaz de saber apreciarlo.

Pues el caso, los primeros diítas estupendos. Playas, comidas fresquitas, paseos con la brisa marina cuando caía el sol… Pues lo que vienen a ser unas típicas vacaciones con las tres P por España: Pipas, Playa y Paseo. ¿El problema? Pues que la Tornado ha venido a este mundo a por más, a por mucho más. ¿Qué hice entonces? Efectivamente: abrir el Tinder.

¿Cuánto tardé en tener mi primera cita? Dos unidades de horas. 

En realidad quedamos cuando no tenía la App abierta ni quince minutos, pero le dije que necesitaba algo de tiempo para arreglarme. ¿Qué entendemos por arreglarme? Bajarme al sex shop que hay dos calles más para allá de mi portal e ir a preguntar que si tenían el huevo. Tenían el huevo. Me compré el huevo.

Subí a casa, me duché, me arreglé, me maquillé, me metí el huevo en la chocha, les dije a mis padres que había quedado con un chico que había conocido en la playa por la tarde y que me iba a tomar algo, les pareció algo normal, me dijeron que llevara cuidado y el móvil encendido, bajé al paseo, me lo encontré y ya soñé con relamerle la poronga centímetro a centímetro. 

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Dimitri se llamaba, ruso, de la estepa rusa. Petado de gimnasio, no muy alto, rubio, quemado como un cangrejo, ojos verdes y más músculos en los brazos que yo michelines, Tornado aproves, definitivamente.

Dimos un paseo, entendimos que no nos íbamos a entender, su español era peor que mi inglés y ya es decir. De repente la cosa se puso medio tensa porque íbamos los dos paseando sin mediar palabra y yo pensé ‘qué pereza que se joda una cita por no hablar’. Así que nada, le cogí de la mano, le di un pico como quien se lo da a su marido después de diecisiete años casados, se quedó súper loco, me sonrió como si fuera un niño de seis años, empecé a acelerar el paso y él me siguió como los Reyes Magos siguieron a la santa estrella de Belén (o como se llame, controlo poco de temas bíblicos).

Nos sentamos en una terraza, saqué el móvil, abrí la App del huevo y con gestos le expliqué de qué iba la vaina, evidentemente no me entendió o no me quiso entender. Después de muchos gritos, palabras sueltas y gestos que parecía yo una chamana en medio del desierto curando a alguien de lepra, le cogí la mano, me la puse en el chocho, le di al huevo toda la caña disponible y le vi flipar al sentir cómo me vibraba toda la cueva.

¿Lo cachonda que me puse al verle la mirada? Atención a todas las unidades,
Llamado de emergencia del sistema 911,
Mujer moribunda con aparente ataque cardíaco,
Necesitamos asistencia de inmediato en el área.

Literal me corrí en ese instante, mirándole, aguantándome las ganas de gemir, cerrando las piernas con fuerza. (Estoy súper enferma, lo sé, pero uf qué rico, un 1o).

¿Sabéis la mañana de Navidad cuando los niños abren los regalos y se pasan dado por culo hasta la hora de dormir con los juguetes? Pues Dimitri un poco igual la verdad, me dejó el chocho tiritando. ¿Venía el camarero? Me subía la intensidad. ¿Se iba el camarero? Me subía la intensidad. ¿No había camarero? Me subía la intensidad. Tenía una rave montada en el coño, así os lo digo.

Yo ya no sabía cómo disimular, cómo sentarme, cómo respirar. Y encima mi colega tenía la poronga que le hacía tope contra la mesa de lo puto empalmado que estaba. Pa no, también te digo. Porque si a mí algo se me da bien es poner cara de actriz porno, le regalé cena con espectáculo, sí lo digo. 

El caso es que cuando nos levantamos… Pues, pues, pues… Pues parecía que me había hecho pipí de lo mojada que iba. Y sí, yo soy muy lanzada, muy de probar cosas, muy de fuego… Pero ir meada por el medio del paseo marítimo de Roquetas de Mar, pues la verdad que no era una de mis fantasías. Encima explícaselo tú al ruso.

Le dije que me tenía que ir, él no quería que me fuera, no hacía más que agarrarme como los machos hunga-hunga, tirarme del brazo, pegarme a él, morrearme, pasear su santa erección por mi culo y decirme cosas que jamás sabré que eran pero que seguro que al Padre Nuestro no se parecían. ¿Y qué queréis que os diga? Yo ya tenía el chocho cansao, después de casi dos horas de fiesta ilegal en el higo pues yo ya no quería más. 

Así que con todo mi papo me fui a casa, me di una ducha, me hice unas palomitas y me senté a ver un capítulo de Aquí no hay quien viva con el ventilador puesto. Estoy segura de que tengo vetada la entrada a Rusia, pero yo me lo pasé bien, qué queréis que os diga.

Fdo: La tornado de Villalba

 

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