Iré al grano que la cosa tiene chicha. En un puente de mayo, de hace un par de años, una amiga y yo fuimos a Marrakech a pasar unos días. Si conocéis aquello sabréis que en la plaza central Jamma Fna hay un monton de puestecitos y chiringuitos de comida. Desde el primer momento que comimos en la plaza me quedé enamorada de ese ambiente tan místico y embriagador.

En una de nuestras visitillas a aquel lugar nos sentamos en un chiringuito y me enchoché hasta el fondo de un chaval morenazo y exótico que servía las mesas. Como la vergüenza no la conozco, le dejé mi numero apuntado en el mantel de papel y al día siguiente ya estábamos mi amiga y yo echando risas tras el cierre con él y sus compañeros.

Con la labia que él tenía y yo que me dejo querer fácilmente no tardamos mucho en quedar con sus amigos tras salir del trabajo para ir a tomar algo (en Marrakech, dos mujeres solas, quedando con un grupo de hombres desconocidos, a partir de las 23.00h. Nos va el riesgo). Acabamos en una especie de tetería nocturna de un pueblo cercano y entre el olor a hierbabuena y que a veces me creo Jasmine, acabé en el sofá de aquel cuchitril enrollándome con mi maromo árabe.

Dado que aquello no nos pareció suficiente y el amor me cegó, quedamos a la noche siguiente… y amigos aquí viene lo bueno. Vino a buscarme a las 00.00h con una mobilete de un solo asiento  y me invitó a subirme a la zona de carga, donde se ponen los cajones de fruta, ilustro con foto adjunta.

Yo, obnuvilada por su presencia, allá que fui, sin casco ni nada.

Comenzó a circular y al principio no cabía en mí de la emoción, escapándome por el desierto con mi Aladdin en su mobilete mágica agarrada a aquel pecho dan duro y perfecto.

Según pasaban los kilómetros y más lejos quedaba la ciudad, menos casas había y más arena me rodeaba, así que bajé de mi nube y comencé a acojonarme. Atravesando unos cuantos desiertos (o eso me parecía a mí) empecé a pensar que había apostado y lo mismo perdía la partida. 

De repente paramos en medio de una carretera perdida donde había una chabola digna de las FARC. Ilustro con foto adjunta.

En ese momento comencé a regañarme en mis adentros, estaba como una cabra y en hora pensaba con el toto. Podía pasar cualquier cosa en aquel lugar y yo no sabía ni dónde estaba y no tenía cobertura.

Mi querido Aladdin bajó de la moto y me dijo que esperara fuera. Le dije que si las cachimbas que se había fumado llevaban hierba santa o qué pasaba porque no pensaba quedarme en una carretera a oscuras en medio del desierto y sola. Así que me  cogió de la mano, me tranquilizó ( lo cual agradecí y sirvió para intentar autoconvencerme de que había sido una buena decisión aquello que estaba haciendo) y me llevó con él dentro del zulo.

Según entré vi que en una de las salas había una panda de señores del Marruecos más profundo. Pensé: «Bueno, ha llegado mi hora, moriré de la forma más inverosímil posible, como se lo explicarán a mi madre?»

Literalmente había como 6 hombres de entre 40 y 60 años, fumando marihuana y mirándome con cara de desaprobación absoluta.

Yo, cordialmente, dije un «Holita, hasta luego» y tiré para dentro.

Mi exotic man y yo entramos en una habitación llena de posters de las milicias Marroquís (lo juro) y un colchón en el suelo. Imaginaros mi cara de acojone y ya de hasta risa de lo absurdo del momento.

Mientras tanto Aladdin de la manera más dulce y comedida me explicó que no tenía de qué preocuparme, que él vivía allí y tras una curiosa conversación resultó ser que aquello era una especie de clan guerrillero que luchaba contra el Rey de Marruecos. Al principio no lo creía pero me enseñó bastantes cositas que, no se si sería realmente así, pero a mí me convencieron.

Asi que en aquel cuchitril lleno de pasión política y amorosa desplegamos finalmente nuestro amor, y acabó siendo una noche llena de besos,  de un pene descaradamente grande y de un chico inexperto y apasionado incapaz de manejarlo con salero, pero que ponía la mejor de sus intenciones.  En definitiva queridas hermanas, jugué apostando todo al rojo y gané, aunque aún no se cómo.

 

Esther C.G.